martes, 21 de noviembre de 2017

Saw. (James Wan, 2004)

Bueno, me he metido en vena toda la saga de 'Saw', así a lo loco. Una saga que comienza de manera inteligente, sin demasiados artificios, dando cierto peso emocional a los personajes para que estemos implicados con ellos, y haciendo que las pruebas de Jigsaw sean ingredientes que atienden a completar un conjunto, y que según va sacando secuelas la cosa se desvía a darle protagonismo a esas pruebas, a cebarse con personajes que solo sirven como carnaza, hasta terminar ofreciendo un show gratuítamente explícito de lo grotesco, cada vez más retorcido en el que la historia o los que intervienen en ella apenas interesan.

Esta primera parte funciona genial, tiene una trama muy simple y muy llevadera dentro de un planteamiento rocambolesco, y el gore desatado se deja para los momentos claves del tercer acto. Pocos personajes, dos de ellos los fundamentales, encerrados en un cuarto de baño encadenados a tuberías, y que tienen que esforzarse en completar los puzzles planteados para poder salir vivos de ahí, aunque pronto asumiremos que no de una sola pieza. Esa es la clave: la película ya te está diciendo que la salvación pasa por sacrificar algún miembro del cuerpo, o por tener que matarse el uno al otro, pero esa tensión no la apresura, la prolonga hasta los últimos compases en los que ya no quede más remedio que hacerlo. Los otros personajes, un par de policías que investigan al verdugo, la familia de uno de los principales que funcionan para dar énfasis al drama, un cadáver en medio del baño que hace de escenario principal para remarcar aquello a lo que se enfrentan, y el supuesto verdugo. Eso y las herramientas para sobrevivir, la película no necesita más para crear un clima de urgencia, de pánico y de impotencia. 


Además, como película de terror, o de asesino en serie, o de cine slasher, es obviamente una película que recurre al gore como principal elemento de impacto. Pero sabe cuándo y cómo usarlo. Durante dos tercios de metraje, las muertes o la violencia que presenciamos no son más que leves retales de lo que puede venirse encima si los protagonistas quieren salir de ahí con vida. Cada escena previa al tercer acto en el que hay alguna víctima de Jigsaw funciona tan solo como advertencia, como aviso previo al lugar que vamos a tener que franquear tarde o temprano. Y finalmente, un giro de guion sorpresivo termina por rematar un producto muy satisfactorio y con sello de calidad. Cuando te metes en las secuelas y te acuerdas de que a los mandos de esta primera estaba el siempre astuto James Wan, te quieres echar a llorar.


Es una película clave en el cine slasher moderno, heredera de los clásicos de los 80 y los 90, sacando de un mínimo de componentes el máximo de provecho. Que el resto de la franquicia no enturbie una película que merece ser estudiada y respetada.

7,25/10


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