miércoles, 31 de agosto de 2016

Kung Fu Sion. (Stephen Chow, 2004)

Si nos vamos a lo simple, es una gilipollez mayúscula. Si nos ponemos a rascar un poco, me doy cuenta de que el contenido resultante es lo más parecido que podría ocurrir si a Javier Fesser le dieran un guion de Takeshi Kitano y tuviera como productor ejecutivo a Quentin Tarantino. Humor de tebeo, disparatado, surrealista y que quien entre en su juego lo disfrutará bastante. 

Por una vez, me veo obligado a hablar de técnicas ajenas a la producción en sí, puesto que una de las cosas más disfrutables y mamarrachas del film se encuentra en el ejercicio de localización hecho en el estudio de doblaje. A quien se le ocurriera dotar a los distintos clanes chinos de los diferentes acentos del español o bien iba hasta arriba de sustancias muy chungas, o bien era un genio. Ver hablar a los asiáticos con acento gallego, catalán o con un buen deje chulesco propio de Carabanchel al protagonista es toda una experiencia paródica. 

A una historia que puede recordar a episodios de defensa de la aldea gala de Astérix, o de conflictos vecinales al más puro estilo de las viñetas de Ibáñez, a los que se le incorpora un gamberrismo más propio de Ben Stiller o Bud Spencer, se le suma unas coreografías en las que los técnicos demuestran su capacidad cinematográfica y visual, con una iluminación y escenarios marcadamente exagerados, y algunas referencias al western o a Francis Ford Coppola. Vamos, que esta gente es consciente en todo momento de lo que está manejando, y lo hace sin sentir un ápice de vergüenza, manteniendo la fe en el producto hasta las consecuencias finales, que son ni más ni menos que avergonzar a ciertos espectadores que no comprenderán en qué se han metido acudiendo a su visionado. 


Es una película fácil de criticar y difícil de defender. Soy de romper una lanza por las causas pobres. Tiene suficientes atributos para considerarse un pequeño placer culpable. Y me sirve para apuntar que lo absurdo y lo delirante no es necesariamente malo, sino todo lo contrario cuando las manos que lo manejan se entregan de lleno al dadaísmo que se plantea. Ya lo hicieron en artes pictóricas Dalí o Picasso, no entiendo por qué en el cine la mayoría de la crítica intelectualoide se muestra tan escéptica con esta clave ficticia. 

7 / 10


martes, 30 de agosto de 2016

Casi famosos. (Cameron Crowe, 2000)

Sugestiva road movie que maneja el viaje como paso condicionante de la madurez de su protagonista, en la que se raciona nostalgia rockera y odisea juvenil con carácter de festival y de rebeldía adolescente. Un guion que ganó el Oscar y personajes atractivos, bien construidos y cuyo interés emocional es aquello que esconden su verdadera realidad detrás del circo en el que viven su día a día. Hasta ahí el relato sabe manejar su potencial, pero me da la impresión que se deja llevar por lo elemental y peca de prudencia mientras te está intentando contar una historia de desfloramiento, descubrimiento y atrevimiento. 

La película no deja de ser atractiva y simpática, y en su simpleza de limitarse a usar el guion como un manual de instrucciones radica su mayor baza. Pero su actitud es menos guay de lo que realmente es, y la realización no termina de apostar con fe por un tono indie. Donde la película sugiere madurez yo veo profanación de la inocencia, sin la violencia no necesariamente explícita pero sí emocional que tal transgresión necesita. Donde la película marca nostalgia yo noto mitificación, pero sin la pasión que debiera obedecer a la narración mitológica. Y cuando la trama descubre las facetas detrás de las máscaras parece que no ha contado nada que no se supiera desde el inicio. Habrá quien se sienta satisfecho con esta facilidad de resolución, pero a mí me falta alguna campanada sorpresa al final del camino. Está todo demasiado marcado y el trayecto es demasiado recto y llano. Las curvas, deslices e imprevisiones del mundo que describe no están en ningún sitio salvo en la mente de sus autores.


Como curiosidad, cuenta con un joven reparto principal que no solo realiza una labor elogiable, sino que cumple a rajatabla el título de 'Casi famosos' de la obra. Billy Crudup y Kate Hudson se meten en la piel de los personajes más interesantes y parecía que saldrían con cierto estatus de estrellazgo emergente, pero sus carreras, salvo excepciones, se han quedado flotando en un limbo de cine caduco y olvidable. Del chaval Patrick Fugit poco se sabe. Jason Lee prefirió irse a hacer películas con ardillas digitales que a hacer su supuesta y vocacional comedia gamberra. Y Anna Paquin tampoco ha destacado más allá de interpretar uno de los personajes más flojos de la saga X-Men. Igual caso que el director Cameron Crowe, que con ésta y su anterior 'Jerry Maguire' tocó techo, y no parece tener que contar mucho más desde entonces. Más fortuna han llevado desde entonces la que menos metraje retiene con su presencia, Zooey Deschanel, aparte de la veterana y siempre interesante Frances McDormand, o el desaparecido Philip Seymour Hoffman.


El buen rato te lo hace pasar, pero no termina de desmarcarse de ser una comedia con drama encerrado sin la fuerza ni la honestidad necesarias para destapar esas emociones retenidas. Hay menos frescura de la que presupone, y menos indomabilidad de la que manifiesta. 

6,5 / 10


jueves, 25 de agosto de 2016

'Stranger Things'. Temporada Uno.

Decir de ella que es un nostálgico y adolescente paseo a la década de los ochenta y todo lo que ello conlleva dentro de un relato audiovisual es plantarse en lo superficial. 'Stranger Things' constata que frecuentar lugares comunes y usar clichés no es malo en absoluto si sabes cómo hacerlo y a quién dirigirlo. Estos ocho capítulos rellenan su metraje de absolutamente todo lo que ya conocemos a través de las novelas de Stephen King, de las aventuras extraterrestres producidas por Spielberg y George Lucas después retomadas por J. J. Abrahams, o de la sci-fi, la fantasía y el terror artesanal. Contiene al pequeño pueblo donde nunca ocurre nada, con la madre angustiada a la que nadie cree su locura, al padre ausente, al jefe de policía deprimido, a la pareja de policías que no dan crédito de lo que hace su superior, al grupo de amigos frikies, a los abusones, al profesor apasionado de ciencias, a la adolescente guapa e inocente, a su amiga menos afortunada en el físico, a su pretendiente chulo engominado, al joven solitario y raro, al matrimonio nuclear, al monstruo que provoca la crisis en sus vidas, al laboratorio gubernamental secreto, y a la aparición de la niña con poderes sobrenaturales. La mimada y cuidada mezcla, el cariño, la contundente firmeza que le otorga la consciencia de saber que está pisando terreno sembrado, y la perspectiva alusiva y revocadora con la que contempla los ingredientes dados confieren un resultado maravilloso.


Casi resulta una aliteración adjetivar una producción de Netflix como magnífica o como propia de una realización cinematográfica. Estamos en época dorada para el formato televisivo (aunque sea internet su principal fuente de exposición), y en ese sentido no se queda atrás de otras obras. El viaje emociona desde el primer momento, y concentrar la narración en apenas 8 capítulos es todo un acierto, pues no deja hueco para el relleno ni paradas en el camino. A posteriori, no quitaría ni añadiría absolutamente nada. Además, juega a explorar el otro lado de sus vasos conductores, o sea, los personajes que ya conocemos, no solo literalmente acercándose según avanza la historia a Upside Down, sino ofreciendo la faceta oculta, redentora o reveladora que pueden ofrecer estos estereotipos. 


Efectivamente, la nostalgia no el el único arma con el que cuenta el guion. Todo pasa por el rodillo de una mirada vehemente de aquello que pertenece al colectivo cultural y de cómo puede permutar de una generación a otra sin necesidad de recurrir a artificios o experimentos, puesto que también transmite que aquello que ya funcionaba en los 80 sigue funcionando hoy en día. Además, no se corta un pelo a la hora de exponer violencia, crueldad o expresiones malsonantes, sin renunciar al halo protector que invierte hacia la inocencia de sus protagonistas. Y para contagiar la pasión de este mensaje, una ambientación, caracterizaciones y banda sonora que reiteran en él, Winona Ryder en la que puede ser una de las interpretaciones más honestas y lúcidas de la década, junto a un casi siempre secundario David Harbour que aquí no deja pasar la oportunidad de lucimiento, y una tropa de jóvenes actores con mucha química entre ellos. 


Para rematar, todos los argumentos que abre quedan cerraditos y usa la inercia de haber calado en el espectador para reclamar su atención de cara a una segunda temporada. Incluso en ese detalle de no dejar colgado a su público le es leal. Aire fresco aludiendo a otros tiempos, sin pretensiones visionarias ni absurdas idas de cabeza. Una historia clara, fantástica, bien contada y medida, que da mal rollo cuando tiene que darlo, provoca gracia cuando debe y enternece cuando tiene que enternecer. Y lo mejor es que no deja tiempo para el aburrimiento.


lunes, 8 de agosto de 2016

Escuadrón suicida. (David Ayer, 2016)

No voy a ocultar a nadie que disfruté de lo lindo con 'Batman V Superman', y que lo que propone DC para su mundo expandido me resulta valiente y me llama bastante la atención. Si bien comprendía a quienes se desencantaron con el enfrentamiento entre los dos titanes de la franquicia, en esta ocasión no empatizo con la frustración con la que aparentemente han salido muchos de los críticos especializados. Básicamente, porque la película da lo que promete.

'Escuadrón suicida' tiene perfil de película de acción ochentera, con reminiscencias a '1997: Rescate en Nueva York' y productos del estilo, cine de antihéroes, gamberro, de ritmo trepidante, generosa en sus tintes de comedia burda, con mucha violencia, y con una narración que nunca pretende rebasar más allá de la sencillez de su trama y que se desencanta por desatar la acción y las peripecias de su peculiar reparto de bichos raros. 

Con muy pocas ganas de pasártelo bien tienes que entrar a la película para no ser capaz de divertirte con ella. Porque la propuesta de David Ayer no es otra que la evasión pura y dura. Si la comparamos con la misma especie, 'Deathpool' se me antojó más enclaustrada y obvia que ésta. Y vuelvo a lo de resultar valiente por parte del estudio: pocas veces una película dentro del universo de superhéroes ha intentado comprender la sinrazón y la locura de sus villanos. Lo hace de manera sutil y superficial, suficiente para hacernos una idea de la manera de actuar de sus protagonistas, y sin dilatar esos dramas internos para permanecer en el lado que le corresponde a la película: la de gozarlo como un niño. 


Concretando en los personajes, sorprende que quien tenga el hilo conductor sea Deadshot, un Will Smith que vuelve a ganarse a la audiencia con un personaje de los que tanto encajan con él y que le llevaron a ser un ídolo de blockbusters. Harley Quinn es maravillosa, Margot Robbie se lo pasa bomba siendo ella, se come cada escena, cada cosa a su alcance es un arma, incluído su despampanante físico, y cuya vulnerabilidad queda bien registrada por su insana relación con Mr. J. Un Joker que en apenas tres apariciones queda pulido, y que sin estar en pantalla durante la mayor parte del metraje su arbitraria presencia y su peligrosidad quedan patentes. Y me parece acertado que su rol se mantenga secundario, cediendo total protagonismo a quienes dan título a la película, registrando aquí una mera presentación centrada en su noviazgo con Harley, un Joker que se desarrollará más adelante. Buen esfuerzo el de Jared Leto por alejarse de las anteriores versiones. Si bien Heath ledger sigue y seguirá siendo el mejor payaso criminal que ha habido, este Joker tiene potencial para hacer delicias en sus futuros enfrentamientos con el murciélago, aparte de estar muy conectado con las versiones de los cómics de Azzarello, Alan Moore o Paul Dini. Tampoco se queda atrás Viola Davis, brillante como Amanda Waller.


Faltan por pulir muchas cosas, es verdad. Me hubiera gustado que Boomerang tuviera más empaque o una base más solida para Encantadora. Es una de esas ocasiones que sí echo de menos algo más de metraje para no apurar tanto ciertas líneas del argumento que van a saco y podrían haberse trabajado con más trabajo, que no con energía, porque de ésta va rebosante. Y bueno, una vez más el doblaje deja mucho que desear. Niños, insisto, la VO es vuestra aliada. 


Lo dicho, id sin pensar en las bofetadas que le ha dado la crítica, dispuestos a ser malos y disfrutar de un placer culpable. Porque la película es eso, y quien tuviera otras expectativas es que o administra muy mal su objetividad o debería aprenderse la lección de que el cine, aparte de reflexiones y meditaciones artísticas, es ante todo entretenimiento. Con el cual cumple sobradamente. 

7,25/10