miércoles, 29 de junio de 2016

Juego de tronos. Temporada 6.

AVISO. No los describiré explícitamente, pero en las próximas líneas dejaré caer ciertos argumentos que dejan palpable ciertos SPOILERS. Así que si no has terminado la temporada, y no quieres leer por dónde van los tiros, ALÉJATE YA DE ESTE POST, GUÁRDALO EN MARCADORES Y REGRESA A ÉL CUANDO ESTÉS PREPARADO. Dicho ésto...


Sí, yo también estoy como la mayoría, por no decir todos los seguidores de la serie: ¿en serio debemos esperar un año para ver cómo continúa? Una sexta temporada inconmensurable, cuya principal baza era no tener ya una base literaria de la que guiarse. A partir de aquí, la historia era de los propios guionistas y creadores, por mucho que George R. R. Martin les hubiera marcado el camino. Y la historia ha evolucionado como mejor podía: adentrándose en la zona narrativa que pertenece al desenlace, sin abrir más frentes de los que pudiera ser capaz de administrar, regresando a aquellos que permanecían en un limbo, y cerrando otros cuyas intrigas y teorías se llevaban postergando desde hace varias temporadas, e incluso desde el comienzo de toda la trama argumental. 


Y es satisfactorio ver que no han intentado dispersarse. Me explico: han ofrecido lo que se llevaba vaticinando desde que antes de la propia serie, o sea, desde que los primeros libros comenzaran a colocar todas las piezas de la partida en un tablero enorme cuya estrategia no se sabía por dónde iba a converger. Teníamos una serie de deseos con los personajes: Daenerys partiendo a Poniente, Tyrion como Mano de la desheredada, el origen de Jon Nieve que le sitúa en varios escalafones jerárquicos por encima de ser un comandante bastardo, la liberación de Cersei de su condición de mujer, amante y madre, el comienzo de la venganza de Arya, Brienne cumpliendo su juramento, la conversión de Bran en el Cuervo de Tres Ojos, la recuperación de Invernalia o el final de la maduración de Sansa asumiendo su rol como matriarca de la casa Stark. Todo esto eran deseos que ahora son realidad. Es lo más inteligente que se ha podido hacer: no ir en contra de estas ansias durante tanto tiempo esperadas, sino conceder esa solución. Solo queda por saber por qué regresar a Sandor Clegane de manera tan fortuita; no contemplo otra salida de este personaje que no sea enfrentarse a su propio hermano, quien ocupa su lugar junto a los Lannisters que él mismo tenía antes de huir de la batalla del Aguasnegras.


Una temporada a la altura de aquellas maravillosas tercera y cuarta. Esta vez, como lector de los libros, sumándome a la experiencia de contemplar los acontecimientos sin tener la mínima idea de por dónde iba a fluir el asunto, simplemente guiándome por unas expectativas que se han convertido en deleite por verse hechas realidad, y sorprendiéndome de manera virgen. Porque por fin cada personaje ha logrado y finalizado todo aquello para lo que llevan evolucionando desde el comienzo. Cada uno de ellos están justo en ese punto para el que fueron separados, juntados o llevados a terrenos hostiles. Lo que afianza a la historia como una emocionante partida de ajedrez: ahora comienzan las jugadas previas al jaque mate, después de 5 temporadas en las que las piezas se han ido moviendo estratégicamente, muchas de ellas han caído por el camino, y ahora las más fuertes e importantes se preparan para las embestidas finales.


Y como colofón, esos dos episodios finales que ya forman parte de lo mejor que se ha podido contemplar en la historia de la ficción televisiva. Y dejando a Cersei en el lugar que le corresponde: ella es el villano de la historia, siempre lo ha sido. Ni Joffrey, ni Ramsay Bolton (qué pedazo de actor es Iwan Rheon), ni el septón supremo. Ella, y nadie más, sin la carga de la devoción y amor por los hombres de su familia, es a quién debe enfrentarse Daenerys en el verdadero juego de tronos. Dos episodios finales que también dan sentido al título de la saga literaria, 'Canción de hielo y fuego', en los que el invierno que siempre aventuraba Ned Stark ha llegado, en los que las principales casas retoman totalmente el protagonismo. Y con el apremiante avance del Rey de la Noche y sus huestes en el horizonte. 


domingo, 26 de junio de 2016

Buscando a Dory. (Andrew Stanton & Angus MacLane, 2016)

'Buscando a Nemo' fue una película preciosa en todos los sentidos, divertida, con un cierre perfecto. Por 2003, que es cuando se estrenó, pocos nos aventuramos a creer en una posible secuela. No la necesitaba. Sin embargo, Pixar ha focalizado sus esfuerzos en uno de los personajes secundarios más extraordinarios que cualquier película de animación haya podido ofrecer, y nos trae la historia de su vida repitiendo fórmula y resultando igual de agradable y simpática. Por lo tanto, inesperado triunfo el de la factoría, que incluso con una película menor dentro de su trayectoria demuestra su capacidad infinita para llegar a todo tipo de públicos, para conmover, entretener y hacer que nos encariñemos de cualquier cosa que nos pueda presentar. 

De nuevo, un viaje transoceánico en búsqueda, esta vez, de la adorable pececilla azul que sufre pérdidas de memoria a corto plazo. Siendo conscientes de la mimética con la anterior, los guionistas optan por ventilarse tamaño viaje en una de sus primeras escenas y situar el escenario central de la acción dentro de un zoológico marino. La aparición de varios y extravagantes secundarios volverá a ser clave para que el ritmo sea un contínuo de gags y situaciones enrevesadas. Otra diferencia con la película de la que nace es que en aquella el mérito del rescate de Nemo era más colectivo. En esta ocasión, se remarca el esfuerzo de salvamento en el que se empeña la propia protagonista, quien pese a su dificultad por recordar cualquier cosa, se embarca en el hallazgo de sus padres e improvisa los planes de ida y retorno, mientras que el resto de personajes realizan un apoyo colectivo a su empresa más que un sacrificio individual.


Por otra parte, 'Buscando a Dory' viene cargadita de emociones. No era difícil encontrar un gran drama interno en un personaje que era todo humor y sátira. Es algo que en comedia se lleva practicando desde los tiempos de Charlot, y los creadores lo han puesto en práctica a todo trapo. Ya desde el comienzo te introducen la desgracia que se esconde tras tanto optimismo y encanto. Recurrir a flashbacks puntuales para enfatizar los momentos más tiernos va a hacer mella en los espectadores más receptores. Sí, es una película de lagrimita y nudo en la garganta. Quizá no todo el mérito sea del propio metraje de este spin off, y parte de la culpa la tenga todo el cariño acumulado hacia Dory con el que ya se entra a su visionado. Sea como sea, la cosa funciona en este apartado más emocional. 


El diseño brillante, la galería combinada de nuevos y antiguos personajes, el sentido con el que se levanta una secuela que no era necesaria pero a la que se le da la bienvenida de buena gana, y su calidez y encanto bien merecen que sigamos nadando. Quien disfrutara con la predecesora difícilmente no lo hará con ésta. 

8/10


sábado, 25 de junio de 2016

Planeta prohibido. (Fred M. Wilcox, 1956)

A día de hoy, ponerse a ver ciencia ficción y de marcianos anterior a '2001', 'Star Wars' o 'Alien' es un acto de valentía. Incluso de rebeldía. A la obvia ingenuidad de una película como 'Planeta prohibido' hay que sumarle su afán por tratar de desmarcarse del género sin desviarse demasiado de los lugares comunes establecidos. 

El principal mérito que ofrece es aprovechar el espacio no explorado para intentar impregnar cierta filosofía y cuestionamiento sobre el propio hombre sobre sus capacidades y sus limitaciones, no solo como especie, sino que somete tales introspecciones a la propia condición masculina en un marco aislado del género femenino, el cual se le aparece repentinamente a la tripulación (un campo de nabos fruto de la época, con sus opresiones, deseos sexuales cohibidos y un fuerte sentimiento patriarcal) en este paradero que sirve como escenario a una aventura intergaláctica de efectos especiales esmerados, de producción ambiciosa, y algunos paisajes realmente inspirados. Un lugar perfecto para que la aparición de una mujer resucite adormecida lucha entre machos y se imponga el alpha. 


Más allá de esa voluntad de ir más allá de la propia historia de patrullas intergalácticas, alienígenas (que no los hay), robots (Robby podría ser perfectamente el tatarabuelo de T.A.R.S., el ayudante de 'Interstellar', o de GERTY, el de 'Moon') y científicos extravagantes y prodigiosos, la película se queda corta a la hora de ofrecer un entretenimiento medianamente serio, y su capacidad para la reflexión finalmente cae en un pozo por hacerse tediosa y obvia en cuanto los protagonistas tienden a sobreactuar o a no saber encontrar la naturalidad embutidos en tal chifladura.


Como documento nostálgico y curioso, y como contemplación de la evolución del género, la película merece el visionado. Incluso hace comprender por qué un actor como Leslie Nielsen acabó dedicándose a la comedia absurda en vez de atreverse a lidiar con papeles que pudiera tomarse en serio. Pero es un juguete para coleccionistas, cuya principal función por la que fue creado en su momento hoy en día ha perdido la esencia. 

5,5/10


miércoles, 22 de junio de 2016

'La materia oscura: Luces del Norte', de Philip Pullman.

Hacía tiempo que no sentía la sensación de laberinto al meterme en una obra fantástica. Este inicio de saga aprieta desde el principio sin pararse un segundo a explicarte su naturaleza o su universo. La historia arranca inmediatamente, dejando que los personajes actúen e interactúen entre ellos en unos territorios y situaciones que difícilmente se hacen comprensibles de primeras. Por lo tanto, estamos ante un libro de fantasía en el que debes entrar y tener paciencia con todo aquello que se va presentando, puesto que las explicaciones de cada interrogante no llegarán hasta que la historia tenga un rumbo definido.

No estamos ante un relato juvenil de fantasía al uso. Primero por el hecho de obviar esos razonamientos de los elementos propios de la ficción, por lo que hacen posesión del escenario sin necesidad de pedir permiso para ello. Simplemente son piezas fundamentales de este mundo, que pertenecen a él, y nuestras dudas respecto a ellos carecen de importancia al principio. Se resolverán cuando sea preciso, y no antes. La obra te está pidiendo ese esfuerzo de aceptarlos tal como llegan. Esto produce cierta conmoción en el lector, al no saber si está pisando sobre tierra firme, y teniendo que valerse de una imaginación de acero al carecer del soporte férreo de la descripción. Juego narrativo que, por cierto, es parte del encanto y la gracia de la novela. Tras esto, la aventura de una niña que tiene un aletiómetro que le desvela secretos puede parecer un cuento infantil. No lo es. El formato, el lenguaje y su contenido permite el acceso al público juvenil, pero ojo, porque la inclusión de física cuántica, poner en tela de juicio la interpretación, uso y fin que hace la religión de la ciencia, cierta violencia en algunos de sus parajes o el ambiente ciberpunk en el que se desenvuelve llevan a 'La Materia Oscura' a un peldaño superior. 

La forma en que se esgrime la historia, reposando dudas sobre el mundo en el que nos adentramos, la filosofía que revolotea durante la aventura y que se impone al final de este primer tomo, preguntas sobre los daimonions (criaturas con forma de animal que acompañan a cada humano como si formaran parte de él), sobre el Polvo, o sobre el papel que juegan los colegios superiores y las instituciones en esta sociedad, conforman una desconcertante e insólita experiencia. 

No he visto la película que se hizo posteriormente, 'La brújula dorada'. Tan solo comentar que me consta que carece de la esencia y magnitud que impuso Philip Pullman, tratando de llegar a un público desinteresado por las curiosidades, ideas e imaginería que ofrece la novela. La película fracasó de lleno. El libro merece mucho la pena, y termina convenciéndote de que debes continuar la lectura de la saga. 

domingo, 19 de junio de 2016

Looper. (Rian Johnson, 2012)

Lo más inteligente que hace esta película en la que el viaje en el tiempo está presente es restar importancia al viaje en el tiempo. No es una película sobre viajes en el tiempo, sino una película en la que el viaje en el tiempo es una herramienta. Su explicación no es necesaria, y por lo tanto se limita a usarlo sagazmente para un fin narrativo mayor: el encuentro de un protagonista que jamás se ha planteado su futuro con su yo de dentro de 30 años para darle caza. Al esquivar el barrizal que supone atender durante una parte del film la maquinaria de la paradoja, se centra en asuntos más interesantes que el propio bucle del que parte la acción. 

La historia de un hombre que se droga constantemente, rutinario y que se aburre de su propia existencia, que asesora su futuro sin un plan concreto, y que de repente se expone a lo que él mismo será. Muy revelador y definitorio que esté empeñado en aprender francés y acabe hablándolo perfectamente para no tener que usarlo en su vida. El análisis sociológico que desprende el personaje de Jason Gordon Levitt es brutal, casi parodia a toda una generación de jóvenes empeñados en trabajos sencillos de dinero fácil que apenas dedican tiempo de su vida a vivir. Igual de potente el hecho de que cuando decide romper el contrato con sus jefes sea en el momento en que deciden cerrar su bucle, o sea, mandar a su yo del futuro, Bruce Willis, a su presente para ser eliminado por sí mismo. Porque precisamente en ese futuro está comenzando a vivir de verdad. Un personaje tan celoso del presente, que su mayor enemigo es su futuro. 


Una primera mitad del film que da paso a un segundo episodio que nos sumerge en otra intriga moral: el asesinato de un niño que en el futuro será un dictador genocida. Con la misma habilidad que hace con los viajes en el tiempo, la película no se frena para dar una explicación sobre ese futuro, y con un par de frases rápidas y con la simple incursión del semi-villano Jeff Daniels ya nos introduce la idea de que las cosas no deben andar demasiado bien. La cacería de Levitt-Willis pasa a un segundo plano, para abrir la trama más importante: Willis, el Joe del futuro narrativo, empeñado en eliminar a quien cree responsable del asesinato de su amada y de los asesinatos en masa, mientras que Levitt, el Joe del presente narrativo, debe decidir si cerrar el bucle o defender a un niño que, por el momento, es inocente


Curioso papel también el que juegan las mujeres de la película, cuyos destinos convierten a los protagonistas en monstruos o les redimen y curan de sus traumas. Muy bien introducido este futuro que juega el papel de presente narrativo, sin artificios o excentricidades, cuyos avances tecnológicos y chatarrería resultan naturales respecto al presente real, sembrando la mutación de la telequinesis de una manera que parece arbitraria, pero que finalmente resulta clave en el desenlace. Como los buenos guionistas saben hacer, deja posar una idea al principio para retomarla cuando esté madurada y sirva como acelerador de la trama. 


Una película futurista con aroma de tragedia griega, fatalista en sus modos, esperanzadora en su resultado. Los territorios en los que se adentra han sido transitado antes, pero aún así se muestra insólita, manifestándose como un western utópico deambulando en un cuento noir. 

9,5/10


viernes, 17 de junio de 2016

La fiera de mi niña. (Howard Hawks, 1938)

Apenas una década hacía desde que el sonido había irrumpido en el medio cinematográfico, suponiendo la primera gran revolución del séptimo arte, empujando a los creadores a buscar nuevas formas de narración en las que sonido e imagen compartían protagonismo, y, evidentemente, haciendo evolucionar a los géneros. Seguramente, estos fueran los diez años con mayores y más importantes cambios en toda la historia del cine. En la comedia, Howard Hawks captó como pocos las posibilidades que se abrían. Igual que con 'Luna nueva', el humor se basa en diálogos rápidos en los que muchas veces todos hablan a la vez, enredos, juegos de sentimientos y malentendidos, y en un ritmo de locura en unas escenas conducidas por los personajes, cuyo retrato a través de los gags propios del cine mudo se apoya ahora en la palabra, más propio de ver en las tablas de un teatro. 

Quizá sea la más representativa de las llamadas "screwball comedies", una disparatada historia de un tímido paleontólogo que está a punto de recibir la donación de una millonaria para su museo. Pero a este personaje interpretado por mi siempre favorito actor del Hollywood clásico Cary Grant se le cruza por el camino Katharine Hepburn, interpretando a Susan Vance, extraña, caprichosa, plena de ganas de vivir, impulsiva, entrometida, cuyas acciones resultan del todo aleatorias aunque atienden a un fin muy concreto que aunque no es el hilo conductor, sí que es el elemento propiciatorio de tal encuentro: la necesidad de amor. Porque ambos personajes están en un embudo afectivo. Él, a punto de casarse con una mujer que resta importancia a los sentimientos en favor de sus carreras laborales, y ella, en búsqueda de alguien que le haga divertirse y salir de un mundo demasiado oprimido. El encuentro de ambos desata el disparate y la carcajada con pasmosa facilidad. Dos actores geniales, con una química irrepetible. 


Y por medio, un leopardo y un perro que se convierten en los principales recursos de giros de la trama, una comisaría en la que todos son quienes dicen ser pero donde nadie es quien los demás creen que son, un hueso de brontosaurio perdido, una boda en el aire, un partido de golf interrumpido y varios coches "cogidos sin permiso". La risa se acrecienta según lo imponen las agujas del reloj, las garras del personaje de Hepburn ejecutando un inocente secuestro del personaje de Grant, la aparición de la mecenas que resulta ser la tía de Susan, y el final descontrol de la situación en la que acaban metidos


Toda la comedia desenfadada que tenemos hoy en día, todas esas películas de consumo rápido protagonizadas por los Jim Carrey, los Ben Stiller y las Jennifer Aniston contemporáneos, tienen mucho que agradecer a esta 'Bringing up Baby'.  

8,5 / 10


sábado, 11 de junio de 2016

'Marica', de William S. Burroughs.

No creo haber entendido del todo la obra, o quizá la obra no me haya entendido a mí. El caso es que no hemos acabado de conectar el uno con el otro. Básicamente porque Burroughs, quien utiliza al personaje principal, Lee, como seudónimo de sí mismo, expone una historia deprimida y pesimista en la que no me acaba de dejar claro si su protagonista es un héroe romántico y rebelde, o un charlatán aburrido y carente de vergüenza cuyas acciones responden únicamente a la impulsividad sin rumbo de quien carece de objetivos. Me gusta la ambigüedad, pero no me gusta que se use la ambigüedad para tratar de ocultar lo que uno piensa pero no se atreve a confesar.

Me da la sensación de que Burroughs condena al propio personaje, homosexual y drogadicto, pero con la boca pequeña. Que intenta ser una especie de autor avanzado a su época (el libro está escrito en la década de los 50 y publicado finalmente a mediados de los 80) amparándose en un viaje por Sudamérica profunda donde casi todo rozaría lo censurable en aquellos años, pero que en realidad él mismo apoya la decadente condición del que va marcando los actos de sus páginas. 

William S. Burroughs
Una especie de búsqueda de sí mismo, en la que finalmente no encuentra nada. Hay emociones, hay exploración del dolor, hay necesidad de afecto. Pero hay mucha frialdad. E insisto, todo bajo un marco condenatorio que el propio autor parece amparar pese a sentir pena por sí mismo. Recordemos que el protagonista es el propio personaje de Lee. 

Me confunde y me enerva. Quizá ese fuera el verdadero propósito de Burroughs, y si ese el caso, bravo. Pero no puede contar con mi admiración. Un libro que lo único que me aporta es un inexplicable desasosiego no me aporta nada que pueda valorar positivamente. Me hubiera bastado con algo con lo que aferrarme, a cierta honestidad dentro de la lectura. Y estoy de acuerdo en que la obra no tiene que ser honesta, porque de eso se trata la ficción, de mentir. Pero si me mientes sin contarme una verdad, me estás tratando de colar un cinismo vanguardista contraproducente a propósitos estimulantes, me da la sensación de que estás desesperado por ser un escritor maldito y regodearte de ello. Y perdonadme, pero es que los rebeldes sin causa me aburren.


martes, 7 de junio de 2016

Tropa de élite. (José Padilha, 2007)

La voz en off es un recurso narrativo que suele pesarme cuando veo una película. ¿Por qué contar con palabras lo que puedes contar con imágenes, principal fuente de información de la que debe valerse el cine? Aún así, la introspección de la historia en el mundo de la corrupción policial, política y clandestina dentro de las favelas de Río de Janeiro hace un buen uso de ella. Comienzo aclarando esto porque me parece importante destacar que la película se vale de todas las materias primas disponibles para regodearse tanto de la violencia explícita como de la fascinación por la miseria. Y una de esas materias primas es su protagonista, un capitán de la tropa de élite a la que alude el título, con métodos cercanos al fascismo para hacer imperar su ley y su orden en tierra hostil, y cuyo punto de vista extremo es de vital importancia para conducirnos durante este viaje.

Es importante porque la película no está denunciando una realidad como lo es el abuso de poder o el tráfico de influencias en este submundo imperado por el narcotráfico. La película te está presentando un comando cuyos principios son defender y proteger a toda costa y de manera certera porque es la solución final y definitiva. Esto es, la letra con sangre entra. Porque la policía ordinaria, con un entrenamiento malo y un salario aún peor, está obsoleta para cumplir leyes que con suma facilidad viola por decreto. Tal contradicción del protagonista se ve explicada en la evolución del candidato que finalmente será su sucesor dentro del equipo, un hombre firme, con ideas humanistas y convencido de la honestidad de su profesión, pero que ese engranaje perfectamente podrido acabará obligándole a traspasar la frontera del que hace la vista gorda y del que se sumerge en el infierno, convirtiéndole en una nueva máquina insensible. De paso, el guion ridiculiza los movimientos sociales de la nueva clase burguesa, caracterizándolos como la redención y expiación de quienes contemplan el conflicto desde una posición medianamente cómoda y optimista, cuyas protestas se ven mermadas cuando amparan ciertas actividades, como el consumo clandestino de drogas, que perpetúan la perversión dentro de esa sociedad.


La incursión en la psicología de estos monstruos, justificados por haber sido devorados por la carencia de alternativas (o te corrompes y eres parte del engranaje, o te conviertes en una máquina de matar que no tiene piedad con los delincuentes), unidas a un ritmo y montaje endiablado, con acción rodada sin miramientos y de manera cruda y realista, convierten 'Tropa de élite' en un entretenimiento duro de digerir, reflexivo, y del que hay que destacar su parcialidad: como ya dije, la película en ningún momento denuncia la violencia usada para detener la violencia.


Una película que podría ser paralela a 'Ciudad de Dios', no por ello queda a la misma altura. Difícil tarea. Su interés radica más en las connotaciones sociológicas que presenta que en la historia que exhibe, y resulta verdaderamente convincente en su resolución. 

8 / 10


domingo, 5 de junio de 2016

X-Men: Apocalipsis. (Bryan Singer, 2016)

Tras dos entregas formidables de esta segunda trilogía mutante, la cual cumple el doble papel de continuación de la anterior y de reboot inteligente, 'Apocalipsis' tenía el reto de mantener ese nivel impuesto desde 'Primera generación'. Y me congratulo de no percibir síntomas de agotamiento, pese a sus deslices, y de completar el círculo renovador que se inició en aquella película de Matthew Vaughn. 

Esta tercera (o sexta) parte de la saga introduce con frescura nuevo elenco de mutantes clásicos, algunos de ellos con más chispa que sus anteriores versiones, como Cíclope, un personaje que por fin tiene el peso que le corresponde y suficiente carácter para que su papel en la trama no dependa de otros personajes, o Jean Grey, perfecta Sophie "Sansa" Turner en un rol que equilibra y da nueva entidad al de Charles Xavier (James McAvoy disfruta mucho de este personaje). El resto de la nueva pandilla conforma un equipo no solo simpático, también se gestiona impecablemente el efecto "team battle", y ninguno de ellos está introducido con pretextos de crear masa de personajes. Es un buen mérito de la saga que se ha cumplido desde 'Primera generación': saber manejar a los personajes protagonistas dotándoles de su importancia concreta en la trama, no solo de colocarles en ella para tapar huecos. 


Por el lado menos bueno, el villano cumple sin más. No me molesta en absoluto que su historia original de las viñetas se haya ido de paseo, pero me hubiera gustado que su condición de "deidad" se hubiera trabajado mejor, y que no se limitara a ir agrupando a sus "jinetes" a lo largo del mundo para realizar su acción devastadora. Este 'Apocalipsis' ha salido un poco como 'Ultrón', demasiado intenso para tan poca profundidad. Y tenemos al Magneto menos magnético (ojito al juego de palabras, que me lo he currado yo solito) de toda la franquicia. Y eso que su comienzo es bastante bruto, intentando integrarse en la sociedad humana con su familia y el momento en que decide volver a rebelarse. Pero a partir de ese punto, queda reducido a ser un vengador plañidero, quedando deslucido por el villano principal y por el resto del elenco, bastante más interesante que él. A Michael Fassbender le deben ofrecer más chicha en el futuro. Del reparto habitual, Jennifer Lawrence y Nicholas Hoult tienen puesto el piloto automático y siguen cumpliendo de manera competente con sus respectivos roles de Mística y Bestia, y Quicksilver repite escena de gloria, como en 'Días del futuro pasado', pero esta vez se incorpora a la sinopsis principal de manera agradable, dejando la semillita para una posible futura subtrama.


Quizá su espectacularidad a gran escala pierda fuelle respecto a los acontecimientos de las anteriores entregas, pero eso no significa que el resultado siga siendo disfrutable. No tiene el tono de importancia y urgencia de aquellas, cuando la amenaza de esta entrega es supuestamente mayor, pero sus aciertos y puntos a favor le conceden una salud firme. Bryan Singer se quita de paso la espinita de X-Men 3. 

7,25/10