viernes, 31 de marzo de 2017

Independence Day: Contraataque. (Roland Emmerich, 2016)

Atención que ésta es chunga de verdad. Pepinote como película, pepinote como secuela. Es un "sabías a lo que venías" de manual. Un cúmulo de clichés, momentos absurdos, actores que no saben muy bien qué hacen metidos en ésto pero que lidian con ello, explosiones y destrucción en modo aleatorio, frases patrióticas que pretenden con poco éxito ser lapidarias, y una buena borrachera de Roland Emmerich en su versión más onanista.

Los clichés los tenemos todos. El ex presidente de EEUU que sabe lo que se está cociendo entre el enemigo extraterrestre y que se ve obligado a regresar en forma de guerrero (ojito los gestos de genuino patriota que se marca Bill Pullman, quien tuvo mejores tiempos), el personaje lunático al que nadie hace caso pero que al final tiene toda la razón del mundo, el personaje de Jeff Goldblum en modo alerta constante al que los políticos y los militares, como no, tampoco harán ni puto caso hasta que no les queda más remedio (cuando llega la inevitable cuenta atrás y de repente todo el mundo cree en dios, en Alá y en los tipos a los que al principio nadie prestó atención, vamos). Si esta peli tiene hasta un puñetero guerrillero al que mandan a la luna...¡con un puto machete! Y como no, ya para romperlo del todo, el autobús escolar lleno de niños conducido por abuelo que tendrá su importancia en el desenlace. ¡Lo tiene todo, joder!

¿Y qué no tiene? No tiene a Will Smith ni su gracia (que la primera parte tampoco es una cosa tremenda, pero al menos te aferrabas a él), ni la Casa Blanca siendo demolida por un rayo láser (pocas películas con tan poca relevancia dentro de la historia del cine tienen una escena tan emblemática), no hay adultos tomando decisiones de adultos. Es que hasta los propios extraterrestres son imbéciles, que ya lo eran en la primera parte, pero es que no han cambiado nada en 20 años de supuesta preparación que han tenido, los muy ineptos. ¿Y qué ha hecho la humanidad durante esas dos décadas tras su casi derrota? Especular, que eso se nos da de puta madre.


Ni siquiera llega a ser un placer culpable. Eso lo era la primera. Ésta es un despropósito enorme, un "todo vale". Vale que su intención es puramente palomitera, pero ahí no entra el dar vergüenza ajena en muchos de sus momentos. Que la ves con amigos y te echas unas risas de la catástrofe que has decidido ponerte a ver. Pero que ni eso la salva. Y no le pongo menos valoración porque nos la vimos entera. 

3/10


jueves, 23 de marzo de 2017

La Bella y la Bestia. (Bill Condon, 2017)

Ay, los feelings, qué difícil son de manejar cuando te enfrentas a visionar la adaptación de tu película de animación favorita. No voy a engañar a nadie: la película me ha gustado y salgo de ella habiendo pasado un buen rato. Que, ahora bien, en ese buen rato ha habido más nostalgia que emociones nuevas.

Voy a empezar por las cosas buenas. El diseño de producción es precioso, sabe captar la magia de la original y transportarla a la imagen real, y varios números musicales son una delicia, especialmente el dedicado a Gastón en la taberna (Josh Gad como Lefou coge las riendas de la escena, como casi todas sus apariciones, y te hace partícipe de ella) y "Be our guest / Qué festín" es un show tremendo (siempre y cuando la cámara no se centra en Bella, luego os comento). Introduce detalles nuevos que aportan empaque a la historia (me gusta la incursión en la historia de la hechicera), y las escenas comunes poseen un grado de fidelidad y respeto a la original muy agradable. Hay detalles que vuelven más crueles y angustiosas las circunstancias de los criados convertidos en objetos, y la urgencia que les acongoja cada vez que un pétalo de la rosa cae también me cala bastante. El blanqueo o, por llamarlo de otra manera, el acercamiento emocional hacia el personaje de la Bestia propicia momentos muy tiernos, tristes y melancólicos. Y también lleva bien el intercambio del síndrome de Estocolmo que siempre se le ha atribuído a la historia por un mensaje de empoderamiento y control de Bella de la situación en la que está metida (esto es Disney en pleno 2017, aceptemos que todo lo truculento y macabro va a quedar suavizado y sus mensajes van acordes a los tiempos que corren y a cierto populismo).


Pero es una película hecha con más corazón que cabeza. Empecemos por el que creo es el principal problema: Emma Watson. Se le queda grande. En su personaje hay más de Emma Watson que de Bella, y noto una extraña sensación de estar viéndola todo el rato como si estuviese encantada de estar en ese papel de manera consciente, lo que resta naturalidad a pedradas. Y en las escenas de predominio de CGI (el número musical antes mencionado, por ejemplo) está muy mal dirigida, está alejada de los personajes del castillo, parece una mera espectadora pasiva, un adorno. Le falta asombro por lo que le rodea, y por mucho que haya ganado en valentía, alguna expresión de miedo debería haber caído al enfrentarse a la Bestia. El blanqueo de Bestia también tiene su parte negativa: es menos bestia, menos animal, menos violento, camina erguido desde el primer momento, es culto,... En fin, es muy fácil enamorarse de él. Y por lo tanto es menos interesante. La película está deseando esconder al monstruo de la primera mitad para mostrar su lado dulce. Eso me recuerda que la película se toma poco tiempo para respirar y tomar aire, a menudo va al galope de una secuencia a otra sin permitir digerir al espectador. Hay falta de fascinación. Sin ir más lejos, al importante momento en el puñetero ala oeste se llega de una manera precipitada, la curiosidad por ese lugar prohibido está muy mal llevada (en la de animación es la propia Bestia quien le advierte a Bella que no debe ir ahí, aquí son los objetos, lo que no impacta tanto). Y el CGI de los personajes canta con ciertas iluminaciones, aunque no es algo que me llegue a molestar.


Respeto mucho su intento de feminizar el contenido, pero lo hace de manera demasiado obvia, en ciertos aspectos parece una lección de feminismo para dummies, podría haber sido mucho más valiente en todo este aspecto, y me entristece esa oportunidad perdida. Da la sensación de que los cambios introducidos han sido llevado por gente que quiere transmitir un mensaje positivo, pero que lo hacen equivocando las razones por las que lo hacen. Las intenciones son buenas, pero muchas veces a la voluntad hay que sumarle conciencia. Quienes sí saben de qué va la cosa están comodísimos: Luke Evans lleva la villanía y los celos de Gastón a un nuevo nivel, Ewan McGregor e Ian McKellen se están divirtiendo todo el rato, Kevin Kline lleva el cambio de empaque de Maurice maravillosamente,... 


Es una adaptación que tiene esmero y cariño, y tiene honestidad en cuanto a saber que se hiciese como se hiciese no iba a poder estar a la altura de la de 1991. No es ni la sombra de aquella, aunque tampoco se aparte demasiado. Podría haber sido un desastre enorme, y en cambio los muebles quedan bien salvados (vaya chiste de doble sentido me ha salido sin querer). Con sus reservas, es un remake que funciona incluso con el peso limitador que lleva a cuestas por la importancia de la original. 

6,5/10


miércoles, 22 de marzo de 2017

Harry Potter y la Cámara Secreta, de J. K. Rowling.

Bueno, no voy a explicaros quién es Harry Potter, ni quién es J. K. Rowling, ni de qué es Hogwarts, ni lo que es un muggle, ni el legado que ha dejado la saga literaria ya no solo en una generación entera que creció leyéndola, sino en una gran mayoría de lectores de cualquier edad y de todo el planeta. Quien no sepa de qué va la movida, vive en un zulo apartado de la sociedad. Y bueno, por noviembre comencé a releer los libros, con el correspondiente revisionado de la peli correspondiente posteriormente. Vamos con este segundo capítulo bastante continuista respecto al libro primero. 

PAUSA: aquí os dejo la reseña de 'La Piedra Filosofal'. Venga, y de la peli también. FIN DE LA PAUSA.

Continuista en cuanto a tono y forma, pues sigue teniendo un lenguaje muy asequible y entendible, con un gran hincapié y regodeo en las descripciones y explicaciones sobre las fantasías que se van presentando, algunas de ellas ya vistas antes nos sirven como refresco, y otras nuevas amplían el imaginario y las posibilidades de este universo. Pero la sensación es que los pies siguen dentro del mismo tiesto, todo resulta familiar, por lo que en esta secuela nos sumergimos en las páginas con la comodidad de estar en casa. Esto, por otra parte, doblega la sensación de sorpresa.

Se profundiza en los personajes, sobre todo en los Weasley. La familia toma incursión y partido en el comienzo de la aventura, y la autora nos transmite lo entrañables y cercanos que resultan. También se comienza a imbuir en tramas más oscuras y sociales del mundo mágico, ya desde la accidentada llegada de Harry en el callejón Knockturn, y se van desvelando problemas de jerarquía y relaciones entre los magos al incluir términos como "sangresucia". Las grandes novedades en cuanto a personajes se refiere son, por un lado, Lucius Malfoy, el desagradable padre de Draco, y Gilderoy Lockhart, el nuevo profesor de Defensa contra las Artes Oscuras. Aunque ambos personajes están escritos de manera exagerada respecto a los roles y personalidades que ocupan (Rowling hace mucha mella en los personajes que deben caer mal), me detendré en el segundo. Simplemente, soporto poco sus apariciones. A la tercera, ya me ha quedado claro lo tedioso, vanidoso y ruín que es, no me hace falta que se insista en ello durante todo el puñetero libro. Aparte de que canta a la legua la supuesta sorpresa final de que toda su vida es un montaje. Posiblemente, el peor personaje de la saga. 

Por otra parte, tenemos a Dobby. Apariciones puntuales y concisas que dotan de significado a situaciones y anécdotas anteriores y posteriores a ellas. Y que, pese a que nos metemos en la piel de un frustrado Harry por el empeño del elfo en boicotear su estancia en Hogwarts, la autora se sale con la suya de hacer que el bicho nos caiga simpático. Y ya, por último, Tom Riddle. El misterio más interesante del libro, un personaje cuya presencia se da a través de un diario mágico, y que hubiera merecido más protagonismo o una aparición más temprana en la trama. Porque sí, el libro tarda bastante en llegar al meollo. La intriga de la cámara secreta, las dudas que se depositan sobre Draco y el propio Harry sobre quién es el heredero de Slytherin, y toda la trama principal no empiezan a desgranarse pasada la mitad del libro que, hasta entonces, prefiere cebarse con Lockhart. ¿A quién demonios le importa Lockhart? Rowling, ahí me fallas.

Pero bueno, sigue siendo una historia bastante equilibrada y con una estructura casi semejante a la de 'La piedra filosofal', se lee muy rápido, engancha, y aparte ya prepara terreno para la transición que supondrá 'El prisionero de Azkaban'. Por cierto, gracias al capítulo del cumpleaños de Nick Casi Decapitado sabemos que la historia transcurre en 1992. ¿Un dato en el que la autora no reparó o realmente pensaba situar sus libros en esa época? Yo abogo por accidente, pero que queda bien. Y, por cierto, el trío protagonista deja un caldero encendido preparando la poción multijugos en los baños durante semanas. Ese colegio tiene déficits de seguridad bastante importantes. Por no hablar de que ahí nadie parece informar a los padres de los estudiantes que van siendo petrificados. ¿En serio toda nuestra generación quiere ir a estudiar a Hogwarts? En fin, qué saga tan deliciosa. 


martes, 21 de marzo de 2017

Kong: la isla Calavera. (Jordan Vogt-Roberts, 2017)

Cumple donde tiene que cumplir, que es en el terreno de monstruos dándose de leches mientras humanos alrededor van cayendo como moscas ya sea devorados, aniquilados o de manera colateral. Ahora bien, no nos emocionemos, porque tenemos un entretenimiento de la talla de un campeonato de pressing catch.

La película no escapa de la propia estupidez de esa base que comentaba antes, la aventura carece del factor de la exploración y va a desentrañar los misterios de la isla Calavera a lo bruto, los personajes carecen de peso dramático suficiente como para que nos importe lo que acabe ocurriendo con ellos (a excepción de un entrañable John C. Reilly en el papel de soldado atrapado unos cuantos lustros en esa selva), y finalmente ni el propio gorila gigante ni el resto de bichejos que van haciendo aparición me llegan a impresionar demasiado. Precisamente, lo más llamativo de la película son esas peleas de gigantes que resultan rudas y ruidosas, a eso hemos venido, pero ya las he visto anteriormente en otras, y de manera mejor expuesta y más llamativa. Aquí todo lo que las rodea parece simple excusa para el desarrollo de las mismas. Lo que digo, pressing catch. A quien le guste ese tipo de divertimento, saldrá encantado.


Tiene cosas que sí me gustan bastante. El enfrentamiento con los helicópteros es una escena deliciosa, imposible no babear con tal destrozo masivo. Y bueno, la banda sonora es muy buena, pero dice mucho de una película que acabe destacando más su parte sonora que su parte visual. Lo malo viene cuando los protagonistas ponen pie en la isla y tienen que ir caminando de un lado a otro. Hay exceso de cámara lenta, de planos colocados sin sentido alguno, de montaje que parece hecho con corta pega, y se pasa de idiota bastantes veces más de las recomendables en una trama consciente de ello, se boicotea a sí misma intentando ocultar esa condición. Además, hay poquita imaginación para la gran cantidad de ocurrencias que se dan. Por otra parte, me viene muy bien para reivindicar el 'King Kong' de Peter Jackson, con mucho más sentido de la maravilla, cuyas intenciones eran muy diferentes, pero que lo que comparte con ésta lo hizo bastante mejor. 


En fin, descontrolada y con limitaciones, con un guion escrito con muy pocas palabras y muchas onomatopeyas, personajes que son simples trozos de carne que se mueven de un lado a otro, y con bastantes momentos divertidos pero absurdos. Pero eso sí, el director canta a voz pelada que se ha visto 'Apocalypse Now' y 'Platoon'. Que si te dedicas al cine, faltaría más, mamón. 

5,5/10


sábado, 18 de marzo de 2017

The descent. (Neil Marshall, 2005)

Merece respeto por cómo combina dos tipos de terrores sin que el uno tape al otro, y por saber sorprender en el momento en que parece quedarse enclaustrada. Por una parte, claustrofobia pura, bien rodada de cerca, muy encima de la desafortunada tropa que se enfrenta a las profundidades. Por otra, monstruos que dan muy mal rollo con aparición inesperada a mitad del conflicto. Un giro de trama que cambia la urgencia de sobrevivir a un encierro por la urgencia de escapar de las garras de unas criaturas sangrientas y sedientas de gore.

También merece respeto por incorporar un elenco protagonista enteramente femenino sin caer en la tentación de la sexualización, del paternalismo, o de hacerlas idiotas como es tendencia en el género. Da gusto ver una película que no tiene que recurrir a roles masculinos en situaciones de salvación. 

La atmósfera es amenazante y tensa ya desde mucho antes de que se descubra lo que vive en las grutas en las que se desarrolla la historia. Una vez desatado el terror, la película se torna brutal. Es buena la decisión de no dar explicaciones sobre lo que se encuentran ahí dentro, y por cómo las chicas reaccionan a ello como pueden. La iluminación selectiva es clave para envolverlo todo en un halo de constante peligro, y el sonido también trabaja con mucho sentido y sin ser efectista, logrando crear una sensación de pánico. Acierta en el realismo con el que trata las consecuencias de algunas acciones. Si alguien sufre una herida, un golpe, o se rompe una puñetera pierna, le va a resultar un verdadero problema para salir vivo. Aquí no hay personajes invulnerables y el dolor juega en contra de ellos.


¿Tiene problemas? Sí. A veces se vuelve exagerada, y se podía haber sacado más partido de algunas disputas personales entre personajes. Pero el tipo de película que es y la forma de llevarla a cabo los convierte en totalmente perdonables. Quien busque un buen rato de angustia se llevará una grata sorpresa. 

6,25/10


viernes, 17 de marzo de 2017

Team America (Trey Parker, 2004)

Es curioso cómo hay películas que con el paso del tiempo pierden fuelle. Es el caso. Lo que hace una década me hizo gracia, ahora me resulta bastante pueril, los chistes y bromas se quedan en la intentona de resultar escandalosos, y tampoco es que logre sacudirme la conciencia con su sarcástica brutalidad.

O he sido yo el que ha madurado, o es la película la que ha envejecido de pena. Y me decanto más bien por lo segundo, porque a mí me sigue haciendo gracia el tipo de humor negro, bestia y tontorrón que destila la película. Pero cuando se usa bien. Lo que he apreciado en esta revisión es una sucesión de anécdotas graciosas con un tono muy idiota, el cual va in crescendo tratando de superarse constantemente. Y utilizar marionetas como método de animación es incluso un chiste en sí mismo. Pero termina resultando como esos tíos pesados que conoces en una noche de borrachera en cualquier sitio, que se arriman a ti e intentan convertirse en tu mejor amigo a base de hacer chistes de cualquier cosa. El resultado termina acercándose a lo patético.

Que sí, hay dos o tres momentos en los que me entra la risa. Esto es como cuando yo me pongo a intentar encestar en una canasta sin tener nada de técnica en el baloncesto: si me tiro dos horas haciéndolo, alguna cuela. Y que no es una comedia de segundo visionado. Seré explícito: ver follar a dos marionetas en todas las posturas imaginables choca la primera vez. Cuando te sabes la jugada, pierde su gracia. Y la supuesta crítica que realiza de forma cínica se queda desinflada, aunque el escupitajo al gremio de actores y artistas por su postureo político es lo que más da de sí en ella. Así que la trascendencia de la película es bastante nula, y eso que en su momento parecía tener ingredientes para sobrevivir. South Park, que también es de Trey Parker, sale mucho más airosa en ese aspecto utilizando el mismo humor zafio y grosero.


Una sátira que ataca a todo lo que pilla por delante: a América (la de verdad, la del norte quitando Canadá), a belicismo descontrolado, al cine de acción desbordada, al ya mencionado gremio de actores, a Bush, a los franceses, a los islamistas, a los musicales. Pero es un ataque tan inofensivo como el berrinche de un niño de cinco años. Quien la disfrutara en su momento, que se aleje de ella si quiere conservar un buen recuerdo. 

4/10



martes, 14 de marzo de 2017

La caza. (Thomas Vinterberg, 2012)

Una película perfecta para no querer acercarte a un niño pequeño jamás en la vida. O cómo quedarte con mal cuerpo después de asistir impotente al desamparo de un buen hombre que justo en el momento en que empieza a remontar en la vida, la inocencia de una niña le llevará al más oscuro de los abismos. Sales de su visionado con ganas de quemar todo el puñetero vecindario que contextualiza la historia.

Fuera de coñas. 'La caza' es un melodrama que tiene ingredientes que mal mezclados podrían transportarla rápidamente al terreno de las películas dominicales, pero que gracias a una narración valiente sin pelos en la lengua y una interpretación rota y llena de dignidad de Mads Mikkelsen logra una inusitada controversia, no por el tema que trata, sino por el juicio al que somete a quienes fallan a ciegas y sin vacilaciones en contra del personaje protagonista. Porque los niños siempre dicen la verdad. Cuando el protagonista es señalado, todos los individuos que le rodean se convierten en una masa unipensante y estúpida, son incapaces de darle una oportunidad para la defensa debido precisamente a la automática defensa ciega que realizan de los niños de la comunidad. No les importa la verdad una vez tienen sembrada la duda; la simple posibilidad de que la inocencia de los infantes pueda haber sido violada les es suficiente para dictar sentencia. Ante la incertidumbre, primero disparan y ya si eso después preguntan. Llevándolo a la realidad, ¿cuántas personas contrastan las fuentes cuando un titular es suficientemente potente para convencerles? Creemos lo que queremos creer.


Es una película que invita al debate y a la reflexión, que nos lleva a sonrojarnos por nuestras histerias colectivas y por la sobreprotección a la que estamos expuestos, y que nos convierte en animales. Un drama que nos posiciona en la mirada del supuesto agresor, que nos señala la injusticia de los prejuicios y que lleva al absurdo a los linchamientos públicos. Y lo hace sin entrar en el morbo, huyendo de la vía sentimental, acusando en vez de ello la vía de la demolición. La película es consciente de que a la masa no le interesa la verdad, solo le interesa un enemigo común. Además abre también sumario acerca de cómo el capricho de los adultos es voluble con la inocencia de los niños, catalogando sus palabras como fantasías para algunas cosas, y como veraces en otras. 

Un film que aborda sin rubor un tema tan tabú como el chantaje emocional infantil, sobre la fiabilidad de las fuentes, la inexistencia de las decisiones propias cuando los colectivos son manipulados a voluntad propia, o la eterna huella que puede dejar en una persona un hecho puntual que nunca debió sucederle. 

8,5/10


jueves, 9 de marzo de 2017

'La Torre Oscura VI: Canción de Susannah', de Stephen King.

Aunque parezca que llevo meses sin tocar un libro, la verdad es que lo que he leído no me ha apetecido reseñarlo hasta ahora. Pero 'La Torre Oscura' es algo demasiado grande como para no dejar constancia de ella. Habiendo tocado techo en el tercer capítulo de la saga ('Las tierras baldías'), este penúltimo episodio recupera un carácter eventual y remonta el vuelo en ciertos aspectos que se habían quedado difusos. Para quien no sepa de qué va la cosa, la historia de un pistolero que va saltando por diferentes realidades en el espacio y en el tiempo, que conforman una misma realidad, y que por el camino va recluta una pequeña tropa en búsqueda de la Torre Oscura y el Rey Carmesí, llega aquí al peldaño en el que va a descubrir su verdadera naturaleza.

Es una obra que puede tener muchas, y cada cual más loca, interpretaciones. Una fantasía en la que copan importancia muchos personajes secundarios cuyas profesiones muchas veces están relacionadas con el mundo literario y creativo. De ahí que la intriga de Roland, el pistolero, se sumerja en preguntas y reflexiones que poco diferencian la realidad de la ficción. Una historia en la que dejar de existir en un sitio puede significar seguir vivo en otro, y no existir en una de las realidades no es impedimento para poder hacerlo en otro tiempo que aún no ha llegado. Es fascinante los enredos que pueden torcerse con estas premisas que tanta libertad dejan al autor para hacer con su universo lo que le venga en gana, y que pese a esa trampa creativa del "todo vale" no se salte sus propias reglas.

"Canción de Susannah" da protagonismo al personaje que da título al libro, el cual está poseído por otras mujeres de diferentes realidades y épocas, y de la que ahora parece haber tomado el mando Mia, embarazada de un demonio. La mayor parte del relato versa sobre el final de ese embarazo y sobre la lucha interna de Susannah por convencer a Mia de que los vampiros que le han prometido la custodia de su futuro hijo le están mintiendo, y dando especial relevancia a la ciudad de Nueva York en diferentes momentos del siglo XX, aunque no sea siempre nuestro siglo XX. Una trama que se me ha hecho demasiada larga, la verdad, y que debido a las numerosas personificaciones de la mujer luchando entre sí dentro de su propia cabeza, en ocasiones se vuelve un poco lioso y complicado de seguir todo. Más interesante es la reunión de Roland y Eddie con el mismísimo Stephen King. La metaficción de esa trama es gloria bendita, concluyendo con un epílogo escrito a modo de diario del propio autor inmerso en su propia ficción que es delicioso. La breve aparición del niño Jake Chambers, acompañado del personaje creado por Stephen King para su libro 'Salem's Lot' Pere Callahan, sigue siendo dolor y angustia, evolucionando cada vez más a la sociopatía y dejando un par de momentos memorables.

Aunque es difícil de manejar por momentos, y todo parece pausarse en demasía en algunos episodios, en perspectiva es un libro muy parecido en tono al de 'La llegada de los tres', el segundo de la saga, por su carácter más bien transitivo que resolutivo, y que deja en bandeja un capítulo final al que me enfrentaré en unas semanas. Ahora, me toca descansar de esta saturada y maravillosa fábula. 

Sucedió una noche. (Frank Capra, 1934)

Primera película que hizo pleno en las categorías principales de los Oscars, y muy seguramente la precursora de lo que más adelante sería conocido como screwball comedy. Por si no son pocos los méritos, metió en la lista de principales productoras de Hollywood a Columbia Pictures. Estamos hablando de una producción de 1934, y para ponernos aún más en contexto, el cine sonoro apenas tenía 7 años de vigencia a nivel comercial. 

Para el espectador actual, tenemos una obra muy rebasada por otras películas posteriores, con un ritmo demasiado pausado para tratarse de una comedia de enredo, muy inocente, con metraje de más y escenas de transición con demasiado protagonismo respecto a las que deben copar relevancia. Para el momento, Clark Gable y Claudette Colbert tienen miga entre sí, sacan bastante rédito de unos personajes que van hasta las trancas de estereotipos, tiene un aroma empalagoso y bienintencionado que hacía las delicias del espectador burgués del momento, y una realización de corte industrial, muy limpia, sencilla y rasurada, algo normal para Frank Capra, acostumbrado a ir de un rodaje a otro sin parar.

A decir verdad, le falta garbo y gracia, los enredos que se suceden carecen de intriga alguna, y desde el primer momento se intuye que el dúo protagonista está condenado a entenderse. Para ser justo, sirve de inspiración a lo que estaba por venir, no hay que quitarle el mérito de allanar camino y sentar base. Tiene algún rasgo que puede resultar interesante, como cierta intromisión en los conflictos de clase o la defensa de la libertad individual. Todo a un nivel muy profundo, puesto que lo que copa protagonismo es el sentimentalismo y el romance previsible. 

Muy nostálgico hay que ser para disfrutar completamente de ella a día de hoy. Por cierto, el título es mentira, la historia no sucede en una noche. Apreciable por el legado que deja, pero me quedo con el legado. 

6,25/10


miércoles, 8 de marzo de 2017

Capitán América: el Soldado de Invierno. (Anthony & Joe Russo, 2014)

No soy yo precisamente el mayor fan del Capi, ¿sabéis? Es más, en Civil War yo era del equipo de Iron Man. Y además, la primera parte del soldado Steve Rogers me había dejado casi tan helado como terminaba él antes de despertar en nuestra actualidad. Pero mira tú por dónde, llega esta secuela, precedida por la que nunca me cansaré de ver 'The Avengers', y se nota un cambio de tono y de maneras que me entusiasmaron. Sí, posiblemente esta sea la película de Marvel que más me sorprendió, y a día de hoy me sigue pareciendo brutal en el entramado superheróico su mezcla de cine de espías y conspiraciones con el cine de acción de vieja escuela que trata en la medida de lo posible de huir del CGI y recurrir a la potente artesanía de los efectos especiales en plató.

Lo que me echaba atrás del personaje era sobretodo su origen y propósito, lo de tío debilucho que se convierte en líder de la tropa me resulta un recurso facilón (ya sea en un cómic, en una peli, o en cualquier formato), y su naturaleza de ética impermeable y moral elevada me parecían cansinas y aburridas. Además, esa personalidad de yerno perfecto que se trae el amigo tampoco es que me ayude a conciliarme con él. Sin embargo, en esta ocasión tiene un fondo dramático mucho más interesante que convertirse en el súper soldado definitivo, que es encajar en una sociedad a la que no pertenece, en la que todos sus seres queridos han muerto o están en ello, y parece imposible que esté capacitado de conciliar una vida propia con su misión como defensor. Siempre es más interesante un personaje con ciertos miedos, dudas, fracasos y debilidades emocionales que uno como el que vimos en la primera parte, que es un ABC de trama del que intenta superarse a sí mismo y ayudar a vencer a los villanos de turno. A eso hay que sumarle un enemigo que sí le pondrá en aprietos de verdad, tanto a nivel físico como afectivo, que se convierte en su némesis, y la definitiva demostración de que Hydra está en todas partes, incluso dentro de la propia Shield.


Otro gran punto a favor es Black Widow, que ya desde 'Avengers' empezaba a merecerse película de título propio simplemente por arrebatar escenas y vencer en carisma al resto de héroes. Resulta un personaje muy necesario en esta secuela para completar las carencias en solitario del Capi, al igual que Nick Fury. 

La acción que se nos presenta no es tan propia de una película donde hay personas que tienen superpoderes. Aquí la mayoría de escenas transcurren a base de adrenalínicas persecuciones, peleas cuerpo a cuerpo, tiroteos con armas automáticas,... Es una de las películas de la factoría que menos fantasía carga, y eso propicia un tipo de diversión más descarnada y dura, más física, con mayor complejidad en su desarrollo y con un guion más sesudo que recurre menos a ciertos artificios que propicia esa misma fantasía. También hay que destacar su intención de poseer identidad propia como proyecto cinematográfico más allá de ser un episodio más del universo al que pertenece, y de alejarse del tono propagandístico que embulle al personaje para llevarlo a un terreno con más amplitud de miras.


Y entonces tengo que rendirme ante ella. Me gusta mucho, quizá la que más de Marvel después de 'The Avengers', y eso es mucho nivel sabiendo, como ya he dicho, que mi predilección es Iron Man. Todo en ella funciona muy bien, los hermanos Russo hacen un trabajo tras las cámaras con muchas pretensiones que se ven satisfechas y rematadas a conciencia, la propia película funciona como resorte transitorio entre las Fases 1 y 2 del UCM a las mil maravillas, sorprende con algún giro de guion sacado de la manga, tiene drama y diversión calculados para no extenuar, y apabullante acción. 

8,5/10


martes, 7 de marzo de 2017

The interview. (Evan Goldberg & Seth Rogen, 2014)

Tenía que verla y comprobar con mis propios ojos si las amenazas de Corea del Norte a EEUU por culpa de ella eran infundadas. Y bueno, apartándome del sensacionalismo y la prensa que tuvo en su momento, la película intenta ser provocadora, pero no pasa de ser una gamberrada más bien propia del niño malo del recreo.

El punto fuerte es James Franco, que está desatado y hace todas las gilipolleces que le dejan al alcance de su mano. Es una mezcla del Jim Carrey de los 90 y el Ricky Gervais en una gala de los Globos de Oro. Hay una intención muy clara de resultar irritante y agresivo, incluso escatológico, aunque el resultado final se acerca más a la explosión hormonal adolescente gritando a voz pelada su deseo de liberar su furor hormonal interno. Te ríes con él, por supuesto, pero es un personaje intermitente debido a su propio exceso.

Intermitente como el resto de la película. Tiene escenas delirantes y muy cafres, pero no parece que sepa medir cuándo está siendo alborotadora de cuándo simplemente está pasada de rosca. Seth Rogen se guarda un papel que queda tibio durante gran parte de la película, y no es hasta el tercer acto cuando sí arranca alguna carcajada, más por la brutalidad de las escenas que ahí se dan que por el personaje en sí. Y la parodia hacia Kim Jong-Un es, como todo aquí, más propia de caca culo pedo pis.


Tampoco esperaba otra cosa. Quien pretenda ver en ella una provocación como la de 'El gran dictador' es que no sabe administrar sus expectativas. Aquí tenemos un grupo de amigos con muy poca vergüenza que se quieren reír de alguien o algo concreto, y ponen toda la carne en el asador para fabricar situaciones estúpidas sin reparar en criterio propio, deforman a su gusto la realidad y consiguen cierta controversia. Hay más ruido que nueces, logra tocar un rato las pelotas y se hace cómplice del espectador que sepa a lo que va. Y vamos, que el mundo en general también está entrando en una dinámica muy idiota como para dejarse impresionar por esta peli. 

5,5/10


lunes, 6 de marzo de 2017

Dark City. (Alex Proyas, 1998)

Tiene forma, actitud y efectos especiales propios de la serie B de ambiente siniestro y cochambroso, con elementos acartonados, atmósfera cargada y bisutería de plástico. Sin embargo, 'Dark City' tiene encanto, su atractivo reside en sus imperfecciones, y sabe contar una interesante historia distópica sin volverse lunática. Alex Proyas recupera un estilo que ya había probado en 'El cuervo', transformando el escenario en un personaje más y dotándole de temperamento, y convirtiéndolo en una jaula siniestra y oscura para los personajes físicos que desarrollan la acción. 

Compararla o afirmar que inspira a la inmediatamente posterior 'Matrix' es un reduccionismo muy pobre. De momento, 'Dark City' bebe de fuentes anteriores. En ella está inmersa 'Akira', está el expresionismo de 'Metropolis', hay momentos sacados de 'La ciudad de los niños perdidos', o deja una oda a la alucinación que absorben otras películas pequeñas pero de gran factura como 'Donnie Darko'. Por supuesto que a los Wachowski no se les pasó por alto esta película para crear su mundo de máquinas controlando humanos a través de un software, pero de ahí a pensar que debe toda su identidad a 'Dark City', como muchos han pretendido, es absurdo. Lo que está claro es que la de Alex Proyas, pese a ser la más modesta y desapercibida del conjunto, forma parte de un serial de películas de temática similar dentro del espectro de la ciencia ficción que se retroalimentan unas de otras, en las que también habría que incluir 'Ghost in the Shell', 'Blade Runner', 'Gattaca', 'Brazil' o 'Nivel 13'. Incluso si nos metemos en el plano de la estética, podría recordarnos a algunas películas de Tim Burton, especialmente las de Batman, o si ajustamos las tuercas, parte de la trama de cobaya encerrada en laberinto podríamos sacar ingredientes que se repiten en 'El show de Truman' o 'Cube'.


Tiene especial potencia la combinación entre ese género de ciencia ficción distópica con el cine negro y detectivesco sucio, hacinado, de muros calcinados por la ceniza de las chimeneas y la contaminación, alcantarillas humeantes y tuberías herrumbrosas, magnetizados a su vez por una constante y martilleante banda sonora. Toda la película está rodeada de una artificialidad que no molesta en absoluto. Incluso los villanos de ademanes exagerados y algún personaje tópico (el doctor al que interpreta Kiefer Sutherland es un cliché bien llevado incluso con las carencias interpretativas del eterno Jack Bauer) están insertados con pericia. Y bueno, Rufus Sewell nunca deja de tener un aura misteriosa e indescifrable que aquí, como protagonista, ya hace el trabajo por él. 

Sin más, 'Dark City' es un experimento humilde, con detalles académicos, algunas exageraciones que pese a cantar más de la cuenta no le perjudican, y un guion que no pretende ni filosofar ni resultar complicado. Una película que bien podría ser una alucinación onírica y con cierta fascinación. 

7/10



domingo, 5 de marzo de 2017

The Rocky Horror Picture Show. (Jim Sharman, 1975)

Me cuesta mucho ponerme a escribir sobre algo que creo no haber entendido del todo. O que sí lo he entendido, pero intento buscarle otro giro de tuerca. O que quizá lo que ocurre es que no hay nada que entender. Y para colmo no tengo claro si me ha gustado, si me ha horrorizado, si es una genialidad, o si es una soberana gilipollez. 

A ver, os lo explico con las palabras de una amiga que es fan a la que tuve que acudir para ver si me dejaba claro de qué iba todo: "unos extraterrestres están en la Tierra mientras que el que se supone que es su líder se dedica a crearse un dildo gigante en lugar de estar a lo que tiene que estar. Entonces llegan Susan sarandon y su boyfriend y los desvirga. Tim Curry mola. No hay mucho más que explicar: son transexuales transilvanos extraterrestres." 

Pues mira, algo claro me queda. 'The Rocky Horror Picture Show' es rara de cojones. Pero es super atrevida, su mejor calificativo es que insulta al buen gusto e incluso lo cuestiona como estandarte de la cultura occidental, y es escandalosa como pocas cosas que se puedan ver de una época en la que la homosexualidad, la transexualidad y todo lo que tuviera que ver con el mundo queer estaba estigmatizado y asociado al VIH, al vicio, a la irresponsabilidad y a la marginalidad (¿no lo sigue estando cuarenta años después?). Es una obra que no se arruga frente a la normatividad, no intenta insertar el mundo de lo trans en reglas y estructuras heteronormativas y cómodas, sino que va con toda su festividad, locura, promiscuidad y provocación hasta el límite. Es consciente del mundo en el que vivimos, en el que para formar parte de él hay que aceptar unas normas que no son las normas de las minorías. Así que da un buen grito, "¡y una mierda!", y se sale con la suya de mostrarse al espectador tal como es, con su propia naturaleza y con un descaro y desvergüenza que a quien no le guste, que mire a otro lado. 


Luego ya está el dilema de que te guste o no la propuesta, de que pueda ser excesiva para muchos, de que no logres entender todo lo que estás viendo (ya he dicho que a mí me ha pasado). Pero coño, al César lo que es del César. La película bien merece ser de culto por hacer lo que le da la gana. Una obra tonta y libre, muy gilipollas pero muy divertida. Freddie Mercury también era todo eso, y muy sordo y ciego hay que estar para negar su genialidad. Y yo que sé. No es una película que esté dispuesto a repetir en cualquier circunstancia. Pero coño, se queda en la retina.

7/10


Logan. (James Mangold, 2017)

Hay una pregunta que nos hacemos muchas veces, sobre todo en el subgénero superheróico, que resulta retórica y absurda: ¿puede una película de superhéroes ser madura? O para más inri, la subyacente cuestión aún más ajustada: ¿puede ser seria? Son preguntas mal planteadas, no solo en este tipo de películas, sino en cualquier tipo de género y trama, ya que significan limitar el coto de exploración que una ficción y sus numerosas posibilidades pueda tener. La respuesta a cualquier planteamiento que interrogue acerca de si se puede hacer X dentro del terreno Y siempre es SÍ. Lo único que se necesita es una producción y un equipo de gente que tenga esa voluntad.

Y después de esta reflexión, voy al grano. 'Logan' es la mejor película de 'X-Men', y una de las mejores del sello Marvel, que se ha hecho hasta la fecha. Pero no por su madurez, por su violencia sin filtro o por su tono crepuscular y de autodiagnóstico. Lo es porque ha hecho algo que ya hizo Nolan con 'The Dark Knight': salir de la zona de confort del género, tratar sus personajes como personas reales sacándoles de la burbuja en la que suelen estar inmersos este tipo de roles sin olvidar su origen, da más importancia y cercanía al drama de los protagonistas y la relación entre ellos que a la subtrama gubernamental de conspiración secreta que está creando mutantes para fines militares, hay un director detrás de la cámara al que se le deja hacer, y se empapa de cualidades más propias del western o de las road movies. Y de aquí llegamos a un tipo de preguntas más interesantes y cuya respuesta, como he dicho, siempre será SÍ: ¿se puede hacer una película de superhéroes que renuncie a los códigos propios del subgénero y que utilice elementos de diferentes géneros, ya sea del western, del thriller, de los dramas políticos, de la comedia absurda, o, yo que sé, de temáticas como el miedo a la vejez o a la soledad? SÍ, SE PUEDE. Y 'Logan' es tan buena precisamente por ser consciente de esas posibilidades, como ya en su momento lo hicieron la saga de Nolan de Batman, o 'Capitán America: el Soldado de Invierno', o 'Deadpool'. Por así decirlo, esta última película de Wolverine reafirma lo que parece ser el nuevo y necesario paso a seguir, que es dejar atrás definitivamente la acepción de que las películas de cómics tienen como destino particular un público juvenil, para acercarlas al público adulto capaz de empatizar con temas más arriesgados que no necesitan censura comercial.


Y refiriéndonos al propio personaje, ¿qué tenemos? Un Logan perdedor, torturado y cansado, consciente de su ocaso. La película acierta al no cederle todo el peso narrativo al protagonista, y juntarle con un par de personajes cuya importancia es tan elevada como la de él. Con Charles Xavier y Laura conforma una familia disfuncional pero de inevitable necesidad mutua, la química entre los tres y cómo se van alternando la responsabilidad de conducir las escenas es mágica, abriendo veda a asuntos paternofiliales y caritativos con cierto tono nostálgico apoyado en reflexiones existencialistas como la propia identidad, el maltrato al que te pueda someter la vida, el legado que uno deja en el mundo y lo que ese poso pueda inspirar a las futuras generaciones. Todo esto sin olvidar que en 'Logan' tenemos una acción tremenda y salvaje, buena dosis de adrenalina, puntos cómicos muy acertados, y entretenimiento de sobra para agotar el cubo de palomitas sin darnos cuenta de ello (o bueno, de una pinta de cerveza como hice yo. No viene al caso, pero la vi en un cine de Londres que ojalá imitáramos en España, y cuya experiencia es más inmersiva y cómoda incluso que en las mejores salas que conozco de aquí).


Satisfactoria y disfrutable, una puesta en escena que puede recordar a maestros como Peckinpah o clásicos modernos como 'Hijo de los hombres', arisca y sentimental, pero divertida y con momentos cachondos, violenta, sangrienta. La implicación de todo el equipo para lograr una oclusión digna del personaje, mucho más cercano al inestable e impredecible del de las viñetas que al que se ha pretendido en la gran pantalla, resulta elemental y determinante. Una película de superhéroe que hace que te olvides que estás en una peli de superhéroes, o sea, un logro. Sin haber visto sus predecesoras (ya lo haré algún día) puedo osar a deciros que podéis olvidarlas, porque la película de Wolverine que el mundo necesita es 'Logan'.

9/10


miércoles, 1 de marzo de 2017

Trainspotting 2. (Danny Boyle, 2017)

Obviamente, es diferente a su antecesora de hace 20 años. Porque tiene que serlo. Igual que ocurre con el mundo, con las personas, el tiempo hace su trabajo. Lo que hace dos décadas era una desventura de un grupo de niñatos descerebrados, ahora es un panegírico de la madurez de unos tipos que son unos balas perdidas, que hacen conciencia colectiva sobre lo que se quedó atrás, y sobre lo que les sigue persiguiendo. Los que antes eran unos deliciosos gamberros, ahora son un grupo de miserables que van dando tumbos. 

El espíritu se mantiene, hay una buena colección de escenas memorables, y la nostalgia hace mella, aunque bien utilizada al no ser factor determinante de la película, sino un impulsor de una nueva historia que protagoniza un cuarteto que ya no es el mismo que fue, y sin embargo siguen siendo los mismos. La vida es así, ¿eh? Y la película es fiel reflejo de ello. Esta vez la historia no tiene a pie del cañón el tema de las drogas ni el posterior síndrome de abstinencia, aunque sigan estando muy presentes en ella porque han marcado la existencia de estos muchachos. Al igual que en la predecesora, acciones y consecuencias es lo que se subraya, siendo ahora lo que ocurre tras las consecuencias el nuevo tema a debatir. 


En esta ocasión, el peso no cae tanto en el personaje de Renton, que es más el utensilio unificador, y el drama coral se centra más en cómo ha evolucionado el resto de la tropa. Se puede decir que Renton apenas ha evolucionado desde el final de la primera parte. Y así, tenemos a Spud que hace las veces de cronista lúcido y cuya moral sigue siendo la menos cuestionable del grupo, pese a ser el más afectado por su entorno y que ha tocado fondo; a Sick Boy, que ha pasado de ser un simple pícaro avaricioso a ser un verdadero canalla sin nada que perder (el paso de la heroína a la cocaína define perfectamente su actualidad); o Begbie, quien copa mucha atención con un papel casi antagonista que no muestra intenciones de reconciliación. La reiteración de los errores ya cometidos, la sombra de la culpa, rencores, o la sensación de que el pasado es intangible y no se puede recuperar, son varios temas de lo que ahora trasciende. Mientras que la primera parte filosofaba sobre todo lo que se puede elegir, sobre la decisión de hacer lo que uno quisiera con todo el tiempo que tiene a su disposición para derrochar, en esta ocasión los dramas personales acarrean las pocas oportunidades que les quedan para poder reengancharse a la vida.


No hay que olvidar el estupendo trabajo de fotografía, con composiciones y aberraciones que indagan en el interior de nuestros desventurados protagonistas, y el de sonido, destacando una banda sonora que una vez más vuelve a ser partícipe de la narración. 'Trainspotting 2' es una secuela reafirmante y que no molesta, un dibujo sobre una vida perdida en los excesos.

7,5/10