viernes, 1 de septiembre de 2017

Interstellar. (Christopher Nolan, 2014)

'Interstellar', una maravilla de la ciencia ficción reciente que no deja indiferente a nadie. Con el sello de Nolan por delante, lo cual equivale a que tiene admiradores y detractores absolutos a partes iguales. Pero seamos honestos: es imaginativa, tiene suficientes cojones para dibujarnos cómo sería un agujero de gusano o una quinta dimensión, es coherente en todo momento, sobrecogedora e incluso aterradora por el mundo en el que se adentra, en los terrenos tanto visuales como sonoros es apabullante, la atmósfera en la que nos sumerge está construida con un detalle y una precisión obsesivos solo alcanzables por unos pocos, y sus dos horas y media de metraje no contienen vacíos ni sobrecargas. 

Es una película que habla de muchas cosas de manera muy sutil, humana e instrospectiva en un escenario tan inmenso como la propia multidimensionalidad que solo el espacio-tiempo en sí mismo puede ofrecer. Y quizá de lo que muchos no se dan cuenta es que no es una película ni cínica ni fría. Tiene alma. Muchos llegan a esta película buscando resolver problemas científicos, físicos o cuánticos, cuando la película no deja de ser cine, y por lo tanto, como cine que es, tiene que hablar de sentimientos. Aunque se valga de la ciencia para ello, no puede dejar de hablar de sentimientos. Por eso 'Interstellar' trata del amor, y no se esconde. Los protagonistas no buscan ser héroes, no buscan reconocimiento, no buscan una aventura. Lo único que quieren es salvar a sus seres queridos, lo están arriesgando absolutamente todo en una lucha imposible contra el tiempo para darles una oportunidad de sobrevivir a sus padres, hijos,... 


La película no se sumerge de lleno en temas filosóficos o morales, sino que explora el infinito a través de lo finito que supone ser humano. No voy a decir mucho de la sobreexplicación nolaniana porque ya lo hice en el análisis de 'Origen': hay espectadores menos avanzados que la necesitan, los más listillos no somos los únicos que tenemos derecho a disfrutar y a entender de películas de género. Él lo sabe y por eso ofrece una de cal y otra de arena. No necesita gran dosis de acción o fuegos de artificio para resultar estimulante y épica. La escena en que Cooper se despide de su hija, abandona la granja, un plano de él en la cabina de su furgoneta da sucesión a otra escena de él en la cabina de una nave espacial, una elipsis perfecta y emocionante que es solo uno de los ejemplos de lo que hace esta película con tu corazoncito. Y que también me sirve para apreciar lo que hace el sonido en esta película. La banda sonora, protagonizada por el órgano, un instrumento envolvente y con aura tenebrosa, como el espacio mismo, apoyado por un constante tic tac. Ambos nos recuerdan cuáles son los enemigos a batir: el entorno no natural del ser humano, y el tiempo limitado. Todo ello envuelto en una narración basada en la Odisea: un hombre que parte del hogar para salvar a su hija, y que una vez ve concluida su labor en la guerra (Odiseo en Troya, Cooper en Gargantúa) debe averiguar cómo regresar, sin saber qué le espera a su regreso. 


Dejemos de ser ciegos e hipócritas ante esta película. Las personas hacemos imposibles por amor, y de eso es lo que trata esta película. Del amor infinito a una hija, a un padre, al hombre que aguarda en un planeta inexplorado a años luz, a la propia humanidad. Dejemos de compararla con '2001', porque a pesar de que tratan de lo mismo, del destino de la raza humana, una lo hace a través de nuestra evolución apoyándose en el nihilismo desesperanzador alegando que somos la causa de nuestro propio fin, y otra lo hace a través de nuestra capacidad de supervivencia apoyándose en la mayéutica optimista con una claro discurso que nos invita a creer en nuestra suficiencia.

9,25/10


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