domingo, 19 de febrero de 2017

Langosta. (Yorgos Lanthimos, 2015)

Parte de una idea muy buena. ¿Una película cuyos personajes carecen completamente de sentimientos asertivos? ¿Una distopía en la que el mundo está diseñado para vivir en pareja y en el que los solteros son arrestados para convertirlos en animales si no logran su media naranja durante la reclusión? Es una rareza en toda regla con multitud de interpretaciones posibles. Pero con un poso negativo: las reglas del universo que propone se vuelven incómodas y soporíferas una vez han sido explicadas y demostradas. 

La primera parte de la película, la que se encuentra dentro de los límites de ese hotel que sirve de centro penitenciario, funciona en cuanto a que está estableciendo el universo fílmico, y mantiene en alerta la curiosidad del espectador. Pero la propia naturaleza de ese universo imposibilita evolución interna en los personajes, cuya aventura en el exterior se convierte en un alargamiento exagerado y cuyo interés se va desinflando según avanza. La comedia que funciona al principio de la función se vuelve irritante y repetitiva, y el supuesto mensaje desesperanzador y trágico que Yorgos Lanthimos quiere enviarnos se pierde entre tanta pomposidad. La segunda mitad no deja a qué aferrarte debido al disparate en que se convierte esta intencionada extravagancia.


Si la primera mitad te plantea cuestiones como la soledad y la monotonía del individuo de manera ciertamente ágil, y pone a prueba nuestra escala de valores, toda la segunda parte se dedica a machacar una sensación de frustración y desamparo que precisamente lo único que consigue es desquiciar e irritar al espectador. Ni si quiera una inspirada actuación de Colin Farrell y una corte de secundarios metidos de lleno en la concavidad vacía y replegada de sentimientos de sus personajes logra llenar el conjunto. Cuando la trama cede a lo grotesco y te demuestra que no está bromeando, sino que se está tomando en serio a sí misma, uno sólamente quiere salir huyendo de ella. Lo que podría haber funcionando cediendo a la sátira del sistema que impone, se descompone cuando la intriga reprime al extremo las respuestas emocionales de sus personajes, condenados a permanecer en un estado perpetuo de apatía y conformismo sin salida alguna.


No logra convertirse en ese contrapunto al cine comercial que pretende, sus excesos son piedras que se tira a su propio tejado, y la fórmula acaba fallando en cuanto parece que el director ha hecho una película para regocijo de sí mismo. Demasiado robótico, pese a una base prometedora, puede convertirse en uno de los films que más acabe odiando con el paso del tiempo. 

5/10


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