jueves, 31 de marzo de 2016

Todos los hombres del Presidente. (Alan J. Paluka, 1976)

Conozco las trampucias que cometió Nixon, pero confieso que del caso Watergate lo único que me sé al dedillo es lo que se habla de él en el videojuego Metal Gear Solid aludiendo a Garganta Profunda. Y esta película ha resultado reveladora en este asunto. Además hay que sumarle el hecho de que desde hace un tiempo (concretamente con 'Spotlight') me estoy interesando por las tramas periodísticas que se sumergen en el terreno de lo detectivesco, y 'Todos los hombres del Presidente' resulta ser un cénit dentro de este mundillo. 

A los posos de inteligencia e intriga que va depositando según avanza el metraje, esta realización de un Pakula aún desconocido para mí tiene ingredientes suficientemente atractivos para quedarse prendado de ella: corrección narrativa, bien trenzada y pautada (la década de los 70 es un cofre de oro para quien admire la escritura cinematográfica), un dúo protagonista (Redford y Hoffman) cómodo en sus roles, conformados como un binomio inseparable y equilibrado en el cual uno no se entiende sin el otro, rodeados de varios secundarios y de multitud de nombres que permanecen en la sombra, lo que puede llegar a resultar confuso debido al exceso de información en algunas partes de la trama. 

Eso sí, el ritmo y el pulso son constantes y no deja huecos para la distracción. Una película tan documentada y con un ideario triunfal y reivindicativo como ésta pide a cambio la atención constante por parte del espectador. Desde el momento en el que el primer giro de guion se sumerge en la madriguera del conejo, cada momento aporta detalles nuevos sobre la investigación que deben permanecer en la memoria a corto plazo para hilarlos con los que más tarde saldrán a la luz. Cualquier despiste puntual puede suponer que Woodward y Bernstein ya estén indagando en las implicaciones de un hombre aún más cercano al poder que el anterior. Desde luego, es un logro que tal densidad de datos quede tan bien hilvanada. 


Y un último detalle que me ha fascinado: un desenlace en el que el antagonista, Nixon y su gabinete, aparecen triunfales ganando las elecciones, mientras que de fondo los dos periodistas escriben el reportaje que destapará el escándalo. Una victoria post-film deliciosa.

8/10



viernes, 25 de marzo de 2016

Batman VS Superman: el Amanecer de la Justicia. (Zack Snyder, 2016)

Personalmente, la película me ha dado todo lo que esperaba de ella. Es un puñetero cómic en movimiento, algo que Snyder tiene bastante controlado a estas alturas, dejando su propia impronta que ya fascinaba en '300' y 'Watchmen'. Tiene varias de las secuencias de acción más espectaculares que se recuerdan del subgénero, y tiene fe en un diseño de producción impactante, agresivo y espectacular, aparte de ser una de las propuestas más valientes en el mundo de los superhéroes. 

Ahora bien, soy realista. Pese a que la película tiene momentos sobresalientes que por sí solos son joyitas, también contiene varios detalles poco pulidos que la alejan de ese plus que separa a una buena película de una película notable. Hay cierta fagocitación de tramas que se apresura en darles resolución en momentos claves. La batalla que anuncia su título está bien preparada ya desde el inicio, propiciada por un Batman que me ha gustado más de lo que vaticinaba, el más parecido en la gran pantalla al que dibujaba Frank Miller, cuyo odio se asemeja a la xenofobia, una rabia contenida durante años de frustraciones y duelos que acaba explotando contra Superman, a quien ni siquiera trata de comprender. Y ese es el principal detalle que echa para atrás al resto: el final acercamiento de Batman a Superman se produce en un momento que pasa de una catarsis muy lograda a la frialdad plena a través de una torpe elipsis y un Deus Ex Machina propiciado por una irrupción de Lois Lane que no terminan por convencerme de tan apresurado cambio de postura. Ese maldito minuto de metraje mal anclado en la película le resta puntos. Porque todo lo que hubo antes y todo lo que viene después es una sobredosis de espectáculo y adrenalina.


Otro problema es tener personajes con los que no sabe muy bien qué hacer. Especialmente Lois Lane, quien me gustó más en 'El hombre de acero', y que ahora apenas tiene uso como excusa emocional de Superman, quien sigue pareciéndome la mejor representación que ha habido del personaje. En esta secuela, tiene la oportunidad de redimir sus fallos como héroe principiante que tuvo en la primera, de explicarse como un hombre que quiere ayudar, pero que los acontecimientos pueden superarle, haciendo que los daños colaterales de sus esfuerzos causen víctimas. 


Eso sí, la película ofrece tres recompensas que me han hecho babear. La primera: Lex Luthor. Lo diré sin tapujos: un hijo de puta con ansias de poder, y que al igual que los villanos de la predecesora, lleva a cabo su plan sin andarse con rodeos. Me gusta que en este punto las películas como ésta no se queden a medias tintas, que era el problema que le vi a "La Era de Ultron". Si un villano amenaza con caos y destrucción, eso es lo que espero ver. El segundo regalito: el enemigo final que no desvelaré por si alguno aún ignora su presencia (menudo error haberle anunciado en el tráiler, un destripe innecesario). Y el tercer caramelo y el más apetecible: Wonder Woman. Es lo mejor que deja la película: bien introducida y presentada, con una actitud demoledora, y que en sus pocos minutos se come al resto de personajes. La puta ama.


Seguramente se podría haber aprovechado mejor tanto metraje para definitivamente no contar tanto como parece, pero desde luego es una gozada de blockbuster. Exagerado, pero no ruidoso. Quizá haber introducido este Batman en una película propia anterior hubiese apagado los fuegos que tiene ésta (una ventaja que, por ejemplo, ya tenía la primera de 'Los Vengadores'). Lo mejor es que deja con ganas de más y que trabaja bien en planificar el futuro de la franquicia. Con un poco más de calma, las secuelas podrían perfectamente aunar la espectacularidad y diversión de ésta con un guión más sólido. Me entusiasma ver por dónde van los tiros.

7,75/10



sábado, 12 de marzo de 2016

'Sherlock'. Primera temporada.

Con alguna rara excepción, no acostumbro a ver series de televisión según se van emitiendo, sino que tiendo a hacerlo una vez han finalizado sus temporadas o cuando al menos tengo un puñado de capítulos de margen. 'Sherlock' sorprendió a casi todo el mundo cuando emitió su primera temporada, dando paso a una horda de fervientes seguidores, lo cual me lleva a lo que quiero decir en este primer párrafo: ¿quién no ha visto ya 'Sherlock'? Aparte de mí, quiero decir, que hasta ahora solo había visto un par de capítulos sueltos de diferentes temporadas, y desde luego el impacto de la primera toma de contacto con la serie ya lo tenía asimilado y como cualquier mortal que se acerque a ella, tarde o temprano querría verla entera. 

Así que me pongo con esta primera temporada, cuyo formato de tres capítulos de hora y media cada uno no resulta tan extraño cuando ves el panorama de las series británicas: temporadas cortas, certeras, producción ambiciosa, actores con tablas, y esa impronta british tan deliciosa. Si bien tan solo el primer capítulo hace alusión a una novela propia de Sir Arthur Conan Doyle ('Estudio en rosa' adaptando al siglo XXI 'Estudio en escarlata'), los otros dos episodios toman de él su base y cogen ciertas ideas de las novelas 'El signo de los cuatro' y 'Los planos de Bruce-Partington' para crear una trama cerrada y circular, por lo que el trabajo de fidelidad respecto a la fuente original ya es en sí mismo un hallazgo.

¿Qué decir de la propia serie? El ritmo narrativo es una bella locura, casi tan rocambolesco como la propia mente del detective. Ahorra recursos explicativos usando el propio montaje interno, sobreexponiendo sobre los planos principales las pruebas, los mensajes y todo aquello que pasa por delante de los ojos de la pareja Sherlock & Watson, y permite centrar el foco de atención en las propias investigaciones y enigmas sin detenerse en pequeños detalles que podrían fácilmente haber entorpecido el ritmo. Sin duda, la cristalización de los procesos intelectuales del protagonista es de lo más atractivo de la obra. Otra de esas técnicas eléctricas que usa para encandilarnos es ser conducidos y situarnos bajo el punto de vista del propio Watson, magnífico Martin Freeman. Su propia sorpresa y admiración es lo que finalmente se traduce en nuestra fascinación por la reinvención del personaje de Sherlock Holmes, un Benedict Cumberbatch excitado, con una lengua que parlotea a la velocidad de la luz.

Muy elaborada traslación de los métodos deductivos de un personaje del siglo XIX al 2010, sin perder la propia clave de intriga y misterio en tiempos de las redes sociales y la información, y que hace uno de los mejores usos del "hombre detrás de la cortina" que se podría haber realizado para llevarnos hasta Moriarty, el cual hace su explosiva aparición en un episodio final que invita a continuar la serie en las sucesivas temporadas. Esta miniserie es una rara avis que define perfectamente el momento audiovisual que estamos viviendo: al espectador no hay que hacerle perder el tiempo, una trama compleja puede estar perfectamente intrínseca en una historia sencilla de seguir, y el entretenimiento y la calidad de las producciones nunca deben ser incompatibles. Y desde luego consigue el hito de meterse en la maga tanto a los puristas y fanáticos como a quien no haya tocado novela negra en su vida.

martes, 8 de marzo de 2016

Akira. (Katsuhiro Otomo, 1988)

'Akira' tiene ganado su lugar como obra de culto. Esta superproducción tiene gran peso y mérito en cuanto a que la industria del anime traspasara fronteras y se asentara en occidente, además de contener una de las animaciones más elaboradas y violentas que uno se pueda encontrar incluso casi 30 años después. No dudo de todos los galones que pueda haber acumulado con el paso del tiempo por su trascendencia, por la propia historia post-apocalíptica con tintes ciber-punk, y por ser una seguramente fiel adaptación de uno de los mangas más gordos de la industria japonesa.

Sin embargo, no me encuentro entre quienes sitúan esta obra en ese altar de clásico imperecedero e inquebrantable que tanto defienden sus más firmes defensores. Lo que más valoro en cualquier obra, más allá de su propia historia, su técnica o su mensaje, incluso por encima de su capacidad para entretener, es su firmeza. Una película podrá ser mejor o peor, y dependiendo de la unión de factores y del buen engranaje del puzzle se configurará como una película cuyo peso cualitativo caerá en uno de esos dos lados que separan el bien del mal. Y me temo que 'Akira' cabe más en ese emplazamiento destinado a película que podría ser excelente pero que acaba cayendo como un muro al que le falta cemento por ciertos detalles que me rechinan.


El más grave es el de la ingenuidad y saltos de fe que el espectador debe hacer en ciertos aspectos de su historia, recordemos, para adultos. El encuentro casual entre el pandillero Kaneda y la activista Kai me resulta tramposo. Y aunque lo pase por alto, y el desarrollo de la trama vaya hilando una idea atractiva, visualmente intachable, y con un ritmo frenético, se me quedan varios agujeros por resolver. El personaje más importante, Tetsuo, quien desarrolla unos poderes capaces de destruir ciudades enteras. ¿Por qué él? ¿Por el accidente con el niño especial fugado? ¿Sin más? Me cuesta tomarme en serio que un concepto sobre el que martillea toda la trama, que es el propio Akira y su poder supremo, que es a lo que finalmente aspira Tetsuo, sea fruto del azar. Ni siquiera me importa la procedencia de ese poder, no hace falta. Pero por favor, una breve pausa sobre esos niños especiales no hubiera estado de más. Aparte, esa media hora final se vuelve tan inestable como el propio monstruo en el que se convierte Tetsuo, todo el rompecabezas se cae abruptamente a favor de un espectáculo desmesurado, abrupto e incómodo, dejando de lado lo realmente interesante, que son las circunstancias de los personajes y las conspiraciones militares, científicas y políticas de la trama. Aún deja lugar a una última quebradura: que Kaneda, en su rol de héroe, sea capaz de enfrentarse a Tetsuo con métodos convencionales, cuando Tetsuo ya ha demostrado su capacidad destructiva a la que ni un ejército ha sido capaz de hacer frente. 


Por supuesto que es una obra digna de admirar, que es entretenida y que tiene las agallas de adaptar un cómic de miles de páginas. Pero si esa es finalmente la excusa de sus fisuras antepondré mi derecho como espectador audiovisual a no tener que leerme el libro para entender la película. O dicho de otro modo: si el medio audiovisual no te es suficiente para completar las bases necesarias de la obra original, quizá te hayas equivocado de formato para expresarla en todo su esplendor. Los incondicionales tendrán su dosis de onanismo, pero quienes no se han acercado al manga nos quedamos con dudas y cierta sensación de maravilla desaprovechada.

7,5/10


lunes, 7 de marzo de 2016

Salvar al soldado Ryan. (Steven Spielberg, 1998)

Una de las aberturas fílmicas más memorables e impactantes de la historia del cine muestra las credenciales de esta película. El desembarco de Normandía, rodado visceralmente, en primera persona, mostrando cada detalle del baño de sangre en el que se sumergen los soldados. Spielberg no censura absolutamente nada acerca del infierno de la guerra: amputaciones y desmembramientos, cuerpos que estallan en mitad de la playa, las balas y los cañonazos apoderándose absolutamente de cada palmo del terreno más peligroso en el que te puedas encontrar, sonidos secos en medio de las explosiones, compañeros muriendo de las maneras más crueles y sanguinarias delante de las propias narices de sus amigos. Una de esas ocasiones en las que sientes que las balas no atraviesan simples cuerpos con la misma facilidad que un cuchillo atraviesa mantequilla, sino que atraviesan vidas. 25 minutos del cine más lúcido y audaz, con una de las planificaciones y técnicas más perfectas que se haya rodado nunca. 


Spielberg da un zarpazo con un inicio que no ha dado opción al espectador de acomodarse, desde el primer minuto le ha echado un tenso pulso y le ha hecho perder inmediatamente la inocencia con la que se suele poner uno a ver una película, describiendo sin paliativos y sin medias tintas lo que es la guerra en el propio campo de batalla. Una vez el grupo protagonista de 8 soldados parte a la misión de rescate a la que alude el título del film, la película se convierte en una road movie bélica que en ningún momento pierde la perspectiva del escenario y panorama en el que está situada, un descriptivo viaje por el más desolador de los infiernos, en el que no solo da oportunidad a los soldados americanos de manifestar su pesar con la situación, sino que concede piedad y redención a los propios soldados rasos alemanes en dos magníficos momentos. El primero es el de la liberación del soldado al que el grupo pretende matar tras una de las batallas, y el segundo, en pleno clímax, cuando tanto uno de los soldados protagonistas como otro soldado alemán se enfrentan a cuchillo y en el que solo puede quedar uno. El alemán tranquiliza al americano mientras le mata, para después pasar de largo frente al que no se ha atrevido a inmiscuirse en la pelea. Pocas veces una película americana dota de esa humanidad a alguien de naturaleza nazi.


La película no vive solo de esa acción y dirección perfectas, ya que de paso nos ofrece uno de los papeles de Tom Hanks más memorables y mejor escritos de su carrera, a quien mantiene en un halo de origen y procedencia misteriosos, solo desvelado en el momento oportuno, cuya mano tiembla irónicamente en cada momento de tranquilidad, y que se describe a sí mismo más por sus silencios y por lo que calla que por los que muestra. La película no sería tan buena si no concediera a cada uno de los miembros de la tropa el suficiente tiempo para explicarse y concederles un margen íntimo, al igual que nos permite entrar en los encontrados sentimientos de Ryan (Matt Damon), que se ve en la tesitura de abandonar o no a sus camaradas, sopesando si es justo que todos ellos continúen su labor mientras él se gana el regreso a casa gracias a la muerte de todos sus hermanos.


Si bien el cine bélico americano se caracteriza por regodearse de la espectacularidad de la guerra, en esta ocasión nos señala que en tal espectáculo no existen vencedores ni vencidos a través de hiperrealismo y autenticidad, del terror de los combatientes. Por ponerle una pega, estar escrita en forma de flashback le propicia de una nostalgia y un sentimentalismo que desentonan y que son totalmente prescindibles. Eso sí, junto a la otra introspección en la II Guerra Mundial de Spielberg, 'La lista de Schindler', resulta incontestable como la película más importante del género desde 'Apocalypse Now'.

9,25/10


viernes, 4 de marzo de 2016

El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo. (Peter Jackson, 2001)

Si bien la trilogía va en crescendo, guardo especial cariño a esta primera parte. La primera razón para ello es ser el más fiel acercamiento a la Tierra Media y al libro. Desde el primer momento, con ese portentoso prólogo narrado por Galadriel (uno de los mejores inicios de cualquier película), es consciente de ser una biblia del género fantástico, y no escatima en generosidad a la hora de embaucar al espectador, al que no sólo muestra, sino que invita a entrar en su mundo. Y no es solo gracias a una ambiciosa producción, sino a lo bien aprovechados que están todos sus recursos. Porque mirad, si hay algo que no le perdono a una película fantástica es a enseñarte un mundo nuevo para luego quedarse en la superficie. Las 3 horas de viaje de "La Comunidad del Anillo" se convierten en un referente de cómo explorar toda la mitología creada para una ficción sin descuidar la evolución de la aventura en la que se sumergen sus personajes.

Y parece mentira que tenga ya 15 años, no haya envejecido un ápice y se siga comiendo a cualquier película del género. Porque se toma el tiempo que se tiene que tomar, haciendo parada en los parajes necesarios y logrando fluidez al obviar los prescindibles (un minuto de silencio por Tom Bombadil). Las secuelas son más épicas, tienen más batallas, tienen más caramelitos para que a cualquier tipo de espectador no se le adormezca la atención. Pero ésta posee más magia, más sutilezas, asombra más. En contadas ocasiones 180 minutos de metraje son tan necesarios, puesto que la Tierra Media no se puede visitar de pasada


Incluso un Frodo Bolsón, interpretado por Elijah Wood, demasiado dócil para mi gusto, encaja bien en el rol de sufrido portador del Anillo y termina resultando entrañable. El resto de personajes son clavados a como me los imaginaba cuando leí el libro por primera vez a los 10 años, que si bien mi favorito de siempre es Trancos (siempre le preferí más como montaraz que como rey Aragorn), los que más se lucen son los dos magos, Gandalf y Saruman. No menos es su ambientación y la impronta costumbrista de la que está dotada, y repara en que cada uno de los escenarios de la propia Tierra Media son un personaje más, en ocasiones tan o más importantes que quienes realizan acciones o toman palabra. 


No os podéis imaginar cómo me puse al enterarme de que se iba a adaptar a la gran pantalla 3 años después de leer el libro, y de lo bien que me lo pasé viéndola. Satisfactoria división también de la película, recreando una progresiva y adrenalínica primera mitad caracterizada por la infatigable persecución de los Nâzgul, y una segunda mitad con más pausas pero más tensión al desenmascarars un nuevo y feroz ejército enemigo Uruk-Hai. Pocas veces he disfrutado tanto en una sala de cine, destacando la maravillosa, tremenda y fascinante secuencia de las Minas de Moria, quizá mi pasaje favorito por cómo se desarrolla y por lo que supone para la Comunidad y su futuro.


Una superproducción que si bien estremece por su espectacularidad, es en los pequeños detalles en los que más afina. La descripción milimétrica de cada una de las culturas gracias al asombroso trabajo de los departamentos artísticos y técnicos, la impresionante banda sonora de Howard Shore, los bellísimos paisajes de Nueva Zelanda, las caracterizaciones, la labor de algo que pasa tan desapercibido pero tan necesario como es la figuración. La proeza técnica va más allá de sus efectos especiales, utilizando recursos como la perspectiva y efectos ópticos para colocar a los personajes en sus respectivas estaturas unos junto a otros y dentro del marco que les rodea. Todo está dotado de mimo y esmero. Difícilmente el universo de Tolkien podría estar tan bien recreado como lo hizo Peter Jackson.

9/10


miércoles, 2 de marzo de 2016

Gantz. Tomo 3.

Pasada la primera misión de los extraños personajes del manga que nos acontece, regreso al mundo real. Lo cual vuelve la historia aún más rara si cabe. Si en los dos primeros tomos especulaban sobre que estaban muertos o en una especie de limbo, ahora están en su "tiempo libre", en el cual pueden regresar tan campantes a sus casas e interactuar con el "mundo de los vivos". 

Pero una trama de esta naturaleza no va a resolver nada tan pronto. Ya teníamos preguntas en el aire, como si están vivos o muertos, por qué cada cierto tiempo son llevados a la habitación desde la cual Gantz les manda misiones, o si los enemigos a los que se enfrentan son alienígenas o qué coño... A esto se suma: ¿por qué Hitomi (la chica tetona) tiene su correspondiente "yo" al volver al mundo real? 

A todo este engorro más enrevesado y con peligro de no ser resuelto que las subtramas de "Perdidos" se le suman nuevos personajes, tan confusos como los protagonistas estaban al principio, a los que en esta ocasión les toca hacer de anfitriones en el nuevo juego propuesto y que se desarrollará en los siguientes capítulos.

Por otra parte, cosas que no tienen nada que ver para el progreso de la trama, pero que suman bulto y atraen a cierto sector del público: la chica tetona se ofrece como mascota de Kurono. Y que como mascota se deja hacer lo que el otro quiera. Y el otro está más salido que los picaportes de las puertas de mi casa. Sí, amigos, yo también me quedo con una expresión en mi cara que dice "¿pero qué cojones?". A estas alturas, aunque el manga aún está desarrollando sus bases, ya he perdido la fe de encontrarle un sentido. Simplemente leo por inercia y por las situaciones más o menos graciosas e inverosímiles que se van sucediendo, y me voy dejando sorprender por situaciones capaces de ser aún más brutas que las anteriormente vistas. 

La conclusión que ya he sacado a estas tempranas alturas es que todos los personajes son gilipollas. No se salva ninguno. Y sabiendo el gore explícito del cómic, no me importaría ver el destino de cada uno de ellos salpicado de vísceras y carne desmembrada. Porque al fin y al cabo, puesto que sé que aún no se me va a resolver nada acerca la habitación donde son encerrados y sobre esa especie de "Battle Royale" contra aliens a los que son sometidos, pues me limito a disfrutar de la violencia de sus páginas preguntándome qué clase de editor tiene los huevos de publicar semejante ida de pelota.