sábado, 5 de noviembre de 2016

Expediente Warren 2: el caso Enfield. (James Wan, 2016)

Habiendo realizado una de las películas de terror más estimables de la época reciente (reseña aquí), iba a ser raro que James Wan no volviera a indagar en los casos de los Warren. El esqueleto de la secuela es el mismo que el de su predecesora, definiendo las intenciones con un estimable prólogo situado en un caso famoso (esta vez sustituimos la muñeca Annabelle por el caso Amityville), con un primer acto en el que el protagonista absoluto es el propio caso paranormal, en el cual no se verá involucrada la pareja de detectives hasta llegado el punto medio de la trama, esta vez enfrentándose además al escepticismo del caso por parte de la prensa y de la iglesia. Una fórmula para lograr tensión que funciona desde 'El exorcista' y que si sigue vigente, para qué tocarla.

Como secuela, mantiene el tipo. El camino hacia la tensión se maneja de manera precisa, haciendo valer tanto la atmósfera agobiante y mórbida como el buen hacer técnico de la cámara, con paneos que trabajan de manera excelente para que el espectador se involucre en primera persona y con el uso de la profundidad de campo que hace mella en lo que quiere que veamos y lo que quiere que sea nuestra imaginación la que obre el miedo, y del sonido, que tiene muy en cuenta que lo sútil es siempre más terrorífico que lo ruidoso. Pero donde mejor se percibe que Wan sabe el terreno en el que pisa es en cómo y dónde coloca las pausas, y su propósito reconfortante y preparatorio. La escena en el columpio de Lorraine Warren con la niña, o la de Ed Warren tocándoles el "Falling in love with you" de Elvis a los involucrados en el caso son buenos ejemplos de cómo hacer que el espectador se confíe y baje la guardia. 


Desafortunadamente, en esta ocasión la desembocadura de ese camino no siempre cumple las expectativas. Hay un par de momentos cuyo clímax se resuelven con monstruos hechos por ordenador que cantan a la legua, y el final tiene un pico de angustia demasiado obvio. Aunque una cosa que me encanta de esta saga es que los protagonistas sean inteligentes y de veras sienta empatía por ellos, por ende, quiero que se salven, en esta segunda parte el que me resulta un poco estúpido es el propio demonio al que se enfrentan (no confundir con el espíritu del viejo que habita la casa), que va dejando pistas sobre cómo vencerle sin obtener nada a cambio, aparte de que sus intenciones, aparte de querer joder a las personas a las que hace daño porque sí, no quedan del todo claras. 


Pese a ello, la dignidad no se la arrebata nadie. Se involucra en el drama costumbrista antes de meterse de lleno con el terror, y dimensiona de manera lúcida lo que antes era mundano como algo siniestro. Consigue dar miedo sin distinguir la noche del día, algo bastante meritorio, hipnotiza y logra que el espectador refugie la mirada en cualquier otra parte que no sea la pantalla, y da veracidad al ente que se antoja imparable, rindiendo cuenta de lo fácil con que infesta la normalidad de un hogar para hacerlo añicos. Y un acierto final: la película persiste en que nos importe esa familia, enfatiza la soledad a la que la sociedad ha marginado a la niña, y celebra la lucha conjunta que  se realiza para hacer frente al acosador del más allá.

7/10


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