lunes, 19 de septiembre de 2016

Juego de armas. (Todd Phillips, 2016)

De entrada, la película tiene ingredientes atractivos para que su experiencia tenga frescura y desvergüenza. La película conoce los protocolos de cierto estilo de cine vándalo y gamberro y sabe que sus principales bazas son jugar con las ironías del destino de un par de pardillos afortunados, el sarcasmo y la inclinación hacia lo salvaje, tal como se pronuncia aludiendo repetidamente a "El precio del poder", o sin mostrar disimulo por replicar películas de Scorsese o de Fincher. Pero una cosa es conocer la teoría, y otra demostrarla en la práctica, y ahí van encaminados todos los problemas de "Juego de armas".

La película se esmera en aplicar las fórmulas de películas tan dispares como "La red social", "Resacón en Las Vegas" o "El lobo de Wall Street". El propio Todd Phillips intenta imitarse a sí mismo en varias ocasiones, pero la jugada se le corta a mitad de carrera porque carece de personalidad propia. Pone tantas ganas en erigirse como una más dentro de ese círculo de películas de personajes insolentes, cínicos o audaces cuyas desventuras y despropósitos se les van de las manos que se olvida de sí misma. 


El primer tramo de la película se me hace eterno. Su principal recurso cómico durante este tercio es la deliberada risa irritante del personaje de Jonah Hill. Un personaje que desde el principio queda retratado como conflictivo, sin escrúpulos y descarado, muy en la línea del maravilloso personaje que nos ofreció en "El lobo de Wall Street". Con la clara diferencia de que aquí sabe que el tono desmadrado corre todo a su cuenta, y que gran parte del conflicto salido de cuentas depende de él. Y a partir del tardío primer punto de giro la cosa va rodada y parece que empieza a funcionar como debiera, haciendo buena pareja con un Miles Teller que tiene mucho más que ofrecer que ser siempre el actor agazapado y que recibe las hostias detrás de otra figura interpretativa que le supere pese a tener el rol protagonista, tal como ya le sucedió en "Whiplash" con J. K. Simmons. 


El final me deja algo confuso por la amabilidad que ofrece. La película me ha desatado alguna que otra carcajada y no puedo decir que me haya aburrido. Pero sí decepcionado al no terminar de decantarse por el exceso o por la sobriedad. Un producto que intenta vendernos una picaresca tan descarada e imprudente propia de las buddy movies no puede terminar punteando una crítica tan obvia y a la vez tan pobre hacia el negocio de las armas y aludiendo a la ética correcta del asunto, haciendo una distinción moral entre los dos personajes principales y concluyendo con un vencedor y un perdedor. Esa complacencia no te permite codearte con las películas que ya he mencionado anteriormente, y tropieza en su intento de no saber balancear la comedia bruta con el thriller sobrio. Demuestra saber de malicia y excesos, pero no saber ejecutarlos ni en el tono ni en la narración. 

5,75/10


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