miércoles, 28 de septiembre de 2016

Batman: El tribunal de los búhos, de Scott Snyder & Greg Capullo.

Scott Snyder me vuelve loco y ojalá su relación con el murciélago dure muchos años. Dentro de ese extraño reseteo del Universo DC que no me acaba de convencer, con Batman se ha tenido en cuenta la continuidad previa y sus elementos fundamentales. El autor remueve los cimientos del personaje dotándolo de un enemigo virtualmente invencible, una sociedad secreta de la que hasta ahora no tenía conocimiento. Y bueno, puesto que con toda la mitología que lleva Batman a cuestas que se le haya pasado por alto que hay quienes controlan Gotham entre sombras más oscuras que las que él frecuenta es un salto de fe que hay que dar, es un sacrificio necesario para poder disfrutar de una obra que es indiscutiblemente uno de los mejores arcos de la historia reciente de este universo. 

Me gusta mucho el esfuerzo renovador que aquí se realiza porque es natural y no necesita cambiar la identidad del héroe para dotarlo de nuevos rumbos, a diferencia de lo que se intenta hacer en 'Tierra Uno', donde Geoff Johns queda muy al límite de cambiar las reglas del juego. Snyder no pretende reiniciar Batman ni hacer fabricación propia, sino darle la vuelta de tuerca necesaria para robustecer y rejuvenecer unos personajes que cada cierto tiempo necesitan de ese soplo de aire fresco para que mantengan esa capacidad de tener historias sin que los años se adviertan. Es de elogiar la capacidad del autor de narrar esa renovación sin dejar lastre de que nos estén contando lo mismo por enésima vez. Junto con el dibujo sencillo, espectacular, detallista y tétrico de Greg Capullo, los autores se erigen como el matrimonio más relevante de nuestra generación. Las atmósfera y arquitecturas que construyen permite combinar momentos de misterio, de desconcierto y de terror con otros más íntimos y precisos.

La historia es de esas que me fascinan y que me remueven. Las derrotas de Batman (más las emocionales, como ocurre en esta ocasión, que las físicas) me seducen puesto que son las ocasiones en las que más humano se muestra, son los momentos en los que debe reflexionar sobre su naturaleza y su condición, y en los que sus compañeros de batalla se convierten en voces de la conciencia, convirtiendo la narración en una lucha interior consigo mismo que tarde o temprano explotará en una violencia física primaria y necesaria que no es otra cosa que la descripción de todos los demonios que le acechan y que salen a la luz. Se le dota de vulnerabilidad y se le muestra sobrepasado e impotente cuando los acontecimientos se desbordan, lo que le hace más interesante que cuando tiene todo bajo control. Se ahonda en sus raíces para plantar desde ahí nueva cosecha y señas de identidad sin deslegitimar ni hacer oídos sordos de todo lo que ya se ha escrito sobre él anteriormente. Además, abre nuevas posibilidades al afrontar rincones y fábulas desconocidas de Gotham, lo que permite explorar nuevas fronteras. 

Y aunque el final con carácter provisional se precipita hacia nuevos planteamientos sobre los lazos familiares de Bruce Wayne y no lo resuelve con la pausa que se merece, deja un punto de partida sólido para la una continuidad firme y consistente de Batman


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