sábado, 28 de mayo de 2016

John Wick. (David Leitch y Chad Stahelski, 2014)

La venganza no es un plato que se sirve frío, sino calentito y al punto. Es la máxima que este thriller pretende inocularnos desde el primer momento y al que solo le bastan unos inmediatos 10 minutos para meternos de lleno en su eficaz propuesta: una película de acción y violencia elegante, vistosa y muy estilosa, de ritmo y montaje videocliperos, visceralmente artesanal y fluída y con Keanu Reeves determinante apoderándose de su rol de asesino a sueldo cuya presencia calmada no es más que el disfraz bajo el que esconde "al hombre al que se envía a matar al hombre del saco".

Recordando a títulos recientes como 'Drive' o 'Venganza', o alguno más alejado como 'Payback', en esta ocasión tenemos una narración menos contemplativa pero más eficiente. La ira asesina de su protagonista queda explicada en, como ya he dicho, apenas unos minutos de metraje: su venganza no se basa en la reciente muerte de su mujer ni en la amenaza del grupo mafioso al que persigue. Simplemente le han tocado los cojones en el momento menos oportuno. De hecho, su propósito atiende más al desahogo que a la revancha. Y según avanza la trama, un John Wick que apenas articula unas pocas palabras en todo el film es descrito por cómo los personajes episódicos que van saliendo a su paso le tratan y por lo que dicen de él. Un respeto religioso, alusiones casi místicas y legendarias a su forma de trabajar, y el miedo palpable en la reacción de los enemigos en cuanto descubren que están metidos en la boca del lobo al enfrentarse a este tipo. 


La premisa es muy sencilla, roza la estupidez, pero el gancho es de acero y te atrapa de inmediato. Las coreografías, los tiroteos y la acción son magnéticos, rodados en una conglomeración de métodos y técnicas vanguardistas y huyendo de la cámara temblorosa tan rancia y gratuita que impera en el cine moderno. Es el resultado de saber recurrir al lenguaje audiovisual de la industria del videojuego, cuya versatilidad a la hora de proporcionar dosis de adrenalina en el campo de los excesos está menos oprimida, sin desmarcarse del cine clásico del propio género. 


Consciente de su falta de pretensiones, con aportes irónicos, con total desvergüenza invocando momentos tópicos pero imbuyéndoles de su carácter desenfadado y fresco, 'John Wick' es diversión y entretenimiento del que sales satisfecho y sin un ápice de rubor por concederle méritos. Pura gozada. 

7 / 10 


lunes, 23 de mayo de 2016

La última noche. (Spike Lee, 2002)

Recital cinematográfico que se cuela entre mis pelis favoritas. 'La última noche' aborda con furia e inteligencia el abismo de la redención, de la culpabilidad y de las segundas oportunidades, una película que se sumerge en la debilidad de sus personajes en las horas más decisivas de su vida. Brillantes diálogos, interpretaciones lúcidas y plenas de naturalidad, delicadeza y detallismo en el apartado visual y una realización de Spike Lee contenida de rabia y pasión. 

'La última noche' se puede definir como un drama carcelario cuyo protagonista, Monty, aún no ha palpado los barrotes, pero que ya está prisionero sin remedio. Prisionero de su pasado, de haberse convertido en el rey de los bajos fondos de Manhattan a cambio de distanciarse de sus amigos, de su padre y de su novia. De poder haber sido mejor persona, pero no haberse atrevido a dar el paso. Edward Norton está pleno, contenido y sereno en casi todo el metraje, sin caer en el victimismo, para descargar toda la impotencia y resentimiento de su personaje en momentos puntuales. Un personaje que resulta ser un buen tipo (la película comienza con él dándole una segunda oportunidad y una alternativa de vida a un perro apaleado que después será su mascota) a pesar de que tomó malas decisiones. Junto a él, un Seymour Hoffman que transmite como pocos actores el apocamiento de personajes vacíos, onanistas y en constante crisis existencial, un Barry Pepper magistral (no puedo dejar de admirarle como uno de los mejores actores de reparto que a día de hoy se puedan encontrar), y Rosario Dawson, que me ha impresionado bastante puesto que no es una actriz a la que recuerde por su capacidad dramática.


Spike Lee nos imbuye en los miedos e incertidumbres de este elenco utilizando todos los recursos narrativos a su alcance, desde el propio libreto inicial hasta el montaje (la repetición de los gestos, como los abrazos que se dan entre los personajes y en qué situación lo hacen, en cambios de plano), pasando por un hilo musical cuya partitura lubrica las escenas otorgándoles fluidez y suavidad en su progreso, ayudando a plasmar ese interior que se muere por exteriorizar los verdaderos sentimientos de cada miembro del grupo de amigos que están "festejando" las últimas 24 horas en libertad de Monty. 


La película se puede explicar en sus dos monólogos claves, el de Monty durante el primer giro de guion y el de su padre durante el clímax, definitorios con lo que la película pretende ser, siendo el primero una exposición de la frustración por los errores propios y el segundo de la alternativa y la posible reinserción que siete años en prisión no harán posible. Porque la película, en cuyo contexto está la espesa sombra de los recientes atentados del 11-S, también es una protesta contra el sistema carcelario que, lejos de su principal cometido de redimir a quienes infringen la ley, resulta ser un proceso de venganza social. Y que termina como no podía hacerlo de otra forma, dejando interrogantes y reflexiones acerca de cómo afecta a la vida de cualquier persona las decisiones que toma, buenas o malas: la apuesta del personaje de Barry Pepper en su escena de presentación, el error en la discoteca del de Seymour Hoffman, la que está dispuesto a tomar el padre de Monty en la secuencia final, o las del propio protagonista que le han llevado a esta "última noche". Una historia que se cierra dejando abiertos todos sus frentes, como la propia vida, que nunca para. 

9,25/10



miércoles, 18 de mayo de 2016

Batman: Tierra Uno, de Geoff Johns y Gary Frank.

A estas alturas, una reinterpretación de los orígenes de Batman es algo atrevido teniendo en cuenta que Nolan en el cine y Frank Miller en las viñetas los han repasado dejando bien asentada la génesis del héroe y convirtiéndola en icónica. Pero ahí radica el atractivo de la obra que nos embarga, en adentrarse en esa especie de universo alternativo de DC llamado Tierra Uno, librándose de las cadenas y opresiones a las que estos personajes están sometidos después de tantos años en los que sus pilares están más que asentados. 

El guion de Johns propone a un Batman que no es un héroe, sino que es un niño malcriado que tras el asesinato de sus padres querrá vengarse a toda costa. Batman es solo un tipo normal, cabreado y deprimido, con mucho dinero y poder, y que arde en deseos de tomarse la justicia por su cuenta. Adoctrinado por un duro Alfred veterano de guerra, carece de la preparación metódica y perseverante, tanto a nivel físico como psíquico, para enfrentarse a las entrañas de Gotham. Su conducta es impulsiva, carece de cualquier tipo de estrategia, y entre sus planes no se encuentra nada relacionado con convertirse en ese justiciero encapuchado al que conocemos en la línea oficial. Ya ni hablar de convertir su trauma en el motivo para embarcarse en su cruzada contra el crimen arraigado en su ciudad. 

Por otra parte, tenemos a un Gordon alejado de ese detective que le echa agallas a todo lo que se cruza por su camino. Más bien tenemos a un hombre acojonado, al que le asignan como compañero a un Bullock con ganas de conseguir buenos casos para hacerse eco en los medios. Para rematar la faena, el alcalde Cobblepot se presenta como el principal villano cuya mano está metida en todas las tramas de corrupción que alberga la ciudad. 

El planteamiento es interesante y atractivo, y el dibujo de Frank es una verdadera pasada. Tenemos un Batman furioso, sin apenas formación, con artilugios que le dejan vendido en mitad de las peleas y que mete la gamba en cada una de sus apariciones, que aún carece de la ayuda del futuro comisario, y que desconoce por completo a qué se está enfrentando. Lo malo es que esta historia se queda a medio gas y pierde fuelle según avanza. Lo que más me deja apeado de esta nueva versión es mi incapacidad por empatizar con Bruce y con Gordon. No soy capaz de rendirme ante estos personajes cuando están desprovistos del aura mitológica que han albergado siempre. Creo que se podía haber humanizado y mostrado de la manera más realista posible a estos personajes tal y como propone el cómic, pero sin despreciar algunas de sus capacidades que siempre les han acompañado. Más que nada porque aquí tenemos a ambos personajes desprovistos de afán en lo que hacen, o de inteligencia en sus acciones. Otros autores nos los han podido mostrar como personajes temerarios de sí mismos, incluso torpes o ingenuos en sus inicios. Pero no hasta el límite al que aquí son llevados. 

Me gusta el Batman al que aún le falta todo por aprender y que cada una de sus acciones las haga realmente mal, porque esto solo puede significar un crecimiento en futuros capítulos. Pero como episodio piloto no me entusiasma, me deja la sensación de innecesario, de que hay otras novelas más afortunadas y con mayor frescura a la hora de narrar estos acontecimientos. El potencial lo tiene, desde luego, y tengo esperanzas en que este universo paralelo tenga fuerza suficiente para atraparme. 

domingo, 15 de mayo de 2016

Expediente Warren. (James Wan, 2013)

Decir que una película de terror me ha mantenido con la mirada en otra parte que no fuera la pantalla durante un 25% de su metraje no es otra cosa que concederle méritos. Demostrando conocer y manejar el lenguaje del género como pez se mueve en el agua, James Wan dirige esta sobrecogedora película que se toma el miedo muy en serio, madura, honesta y carente de las trampas a las que se acostumbra a recurrir en el género. 

Es importante apreciar que la película basa buena parte de su potencial en unas interpretaciones potentes y alejadas de cualquier tipo de histerismo y sobreactuación. A las inquietantes y competentes actuaciones del reparto adulto hay que sumarles un reparto infantil y juvenil formado por cinco niñas capaces de fabricar tensión e incertidumbre con sus personajes. Para muestra, la formidable escena en la que una de ellas asegura a su hermana estar viendo a alguien detrás de la puerta, unos minutos de metraje en los que ambas se adueñan del suspense transmitido al espectador en los que sin mostrarnos nada más que la interacción entre ambas, la evolución de emociones durante esos momentos y la reacción final  logran perturbar al personal con una eficacia impecable. 


También es inteligente el buen uso del sonido conjuntado a la ambientación. La película no pretende dar el susto, sino que recurre a una fórmula bien trabajada de ir apretando los tornillos poco a poco durante un primer tercio del film que puede considerarse como una de las presentaciones más logradas de películas de casos paranormales, instalando un constante estado de alarma que pacientemente va irrumpiendo en los nervios del público, sin la desesperación de buscar efectismos artificiales y aislados, señalándote dónde está la amenaza privándote de verla, haciendo valer que todo aquello que el espectador pueda imaginarse será más terrorífico que cualquier otra cosa que pueda mostrarle. La película utiliza el terror como conjunto, no como sucesión de episodios. 


Es una obra que revuelve las tripas sin necesidad de mostrar obscenidades, vísceras o elementos narrativos exagerados. Hace su propia revisión del género recurriendo a elementos clásicos sin caer en la repetición ni haciendo hincapié en los lugares comunes. Digna sucesora de las míticas 'El exorcista' o 'Al final de la escalera'

8/10


miércoles, 11 de mayo de 2016

El expreso de medianoche. (Alan Parker, 1978)

Impactante relato sobre la desesperación. Basada en una historia verídica, esta obra remueve las tripas ya desde el comienzo en que su protagonista estadounidense es arrestado tras cometer la estupidez de intentar pasar la aduana del aeropuerto de Estambul cargado de unos buenos bultos de heroína. A diferencia de otras grandes películas carcelarias, como 'Cadena perpetua' o 'En el nombre del padre', en esta ocasión tenemos un personaje que sí es culpable de la acusación por la que acaba encerrado. La película no trata de exculparle de su crimen, sino que se lanza a ser escaparate del castigo desmesurado y desproporcionado al que se le somete en una de las prisiones más crueles del mundo. 

Este descenso a los infiernos convence narrando con crudeza el desasosiego de quien comete un error en el lugar equivocado, y documenta perfectamente la diferencia de perspectiva legal que existe entre unas fronteras y otras, aparte de denunciar la doctrina penitenciaria inmoral a la que en la vida real se somete a seres humanos. Quizá se ceba señalando a una cultura y a una sociedad que igualmente son presas de tal sistema exacerbado, pero es que la película va con todo, completamente a pelo y sin detenerse a disculpar a nadie en esta historia. El relato te somete a la más pura de las impotencias en la que no existe la piedad, y explora los límites de la tensión y la dureza no aptos para cardiacos ni espectadores con flojera emocional.  


Todo enmarcado en una atmósfera insana y hermética, con varios de los personajes más convincentes en la historia del cine representando lo que es estar al borde de la locura o estar muertos en vida. Una crónica que según apuntilla en la angustia del protagonista le va alejando de su condición humana, un arco que comienza en la primera y esperanzadora visita de su padre y eclosiona en la visita de su novia, en la que se ve retratado como un animal alejado de la cordura. Es imposible no ponerse en la piel de quien es sometido a las continuas vejaciones y humillaciones en un país que no conoce y con un idioma que no maneja, factores que la película utiliza para marcar la agonía y alargar la tensión hasta el desenlace de algunos episodios en los que quienes toman decisiones hablan en turco, como lo son los dos juicios por los que pasa, en los que el desconocimiento tanto por su parte como por parte del espectador de cómo se están desarrollando las conversaciones, o algunas escenas que anteceden a torturas, en las que no se sabe lo que traman los carceleros, y todo se intuye por las expresiones, los tonos o las miradas entre unos y otros.


Cada uno de los implicados en esta película merece su sobresaliente: la dirección implacable de Parker, el duro guion de Oliver Stone, las magistrales interpretaciones de Brad Davis o John Hurt, la fotografía en la que prevalecen colores sucios, secos y cálidos de Michael Seresin, o la acertada partitura electro punk de Giorgio Moroder. Una película que no ha envejecido un ápice, cuya huella traspasó el séptimo arte para dar paso a conversaciones diplomáticas entre países para el intercambio de prisioneros. 

9/10


lunes, 9 de mayo de 2016

Tigre y dragón. (Ang Lee, 2000)

Al parecer, Ang Lee filmó 'Tigre y dragón' con el firme propósito de realizar la mejor película de artes marciales jamás hecha. Me ahorro sentenciar sobre tal desmesurado propósito, pero lo que queda patente es el antes y después que firma con un sello propio cuyo eco han recogido varias películas posteriores como 'Hero' o 'La casa de las dagas voladoras'.

Una película cuyas bellas coreografías que se quedan impresas en la retina no solo escenifican peleas entre guerreros, sino que son la manera que tienen los personajes de conocerse entre ellos. Son un ritual de exploración hacia el otro, de analizar sus propósitos, su fondo y sus anhelos. Esto no solo entre los propios personajes, sino que esta particular puesta en escena es la manera en que la película ofrece al espectador la descripción de cada uno de ellos. Mientras que la forma de luchar del maestro Li Mu Bai es serena y segura, presentándonos a un hombre sabio y rígido, la jóven a la que pretende como aprendiz se muestra rebelde, desconfiada y presa de una vida que no desea. Las peleas entre ambos reflejan la admiración e instinto protector que ambos se procesan. Por eso la fotografía de esta película está tan lograda. No solo por las poderosas escenificaciones y la manera en que los personajes se mueven por ellas, sino por el mensaje que transmite de manera tan simple usando la imagen. 


Por otra parte, Ang Lee traspasa la frontera de lo meramente estético con una historia feminista en la que son las mujeres quienes toman las decisiones más importantes de la trama, las que más arriesgan y las que se muestran como guerreras. Esto a través de dos historias de romance, una de ellas de amor contenido y reprimido entre Li Mu Bai y Yu Shu Lien, y otra de amor prohibido entre la joven Jen Yu y el ladrón Luo Xiao Hu. El robo de la espada que sirve como anzuelo de la historia no es más que la excusa para que se pongan de manifiesto los verdaderos sentimientos que estos personajes sienten los unos por los otros y de cómo afrontan la imposibilidad de llevarlos a cabo. Temas que el director volvería a visitar en la aún más controvertida 'Brokeback Mountain'. 


Por contrapartida, quizá haya un exceso de metraje que deje en la cuneta a los más perezosos y cierto simbolismo pedante que acaba regodeándose en sí mismo. Nada que empañe una película que trata sobre la libertad abnegada y su equivalente rebeldía indómita. 

8/10


jueves, 5 de mayo de 2016

Capitán América: Civil War. (Anthony & Joe Russo, 2016)

Hace poco comentaba por Twitter que el Universo Cinematográfico Marvel, a nivel narrativo, iba un poco regular. Me basaba en que tras más de 11 películas lo único que había dejado pulido es que hay un grupo cada vez más numeroso de héroes y un puñado de gemas muy peligrosas, y que cada una de las nuevas entregas venían una vez y otra a decirte que lo mejor aún estaba por llegar. Sinceramente, de la Fase 2 solo me he enamorado de 'Capitán América: el Soldado de Invierno', puesto que la de Ultrón me resultó bastante vendehumos y gatillazo, las secuelas de Thor y Iron Man me entretuvieron sin más, y Ant-Man me recordaba más a una peli veraniega de consumo rápido y olvidable que a una más de esta franquicia. En fin, las más y las menos, me podían gustar de manera individual, pero en conjunto me empezaban a dejar desfondado al no darme algo de veras rotundo.

'Civil War' por fin me ha dejado sensación de plenitud. Me he divertido con ella como un crío, reconozco el mérito de manejar tal cantidad de personajes involucrados en esta batalla, da un pasito de madurez, la cual resulta más confortable y liviana que en Capitán América 2, y desarrolla la historia más compleja de estos superhéroes de una manera congénita. Equilibra el tono de cine negro e importante de la primera secuela del Capi con el socarrón y canalla de la primera de Avengers, fórmula que vi fallar en 'La Era de Ultron'. Para analizar la causa de este éxito me tengo que remitir primero a cómo están introducidos los personajes tanto episódicos como los nuevos, cuyas apariciones y puestas en escena están mejor preparadas que en anteriores ocasiones. Los hay cuya importancia en la trama resulta evidente (Black Panther), y los hay que aligeran la tensión en los momentos oportunos (Spidey o Ant-Man). Segundo, mencionar la evolución más efectiva que sufren los principales, y destacar a una Viuda Negra que bien se merece su propia película. Además, ahora sí he logrado calar del todo con Bruja Escarlata y, sobre todo, con Visión, cuya presentación se me antojó obtusa e infructuosa. El peso de ambos sí lo veo justificado en esta historia. Y por último, el villano. Daniel Brühl como Zemo. Sin poderes, sin supertraje, sin capacidades más allá de las humanas. El villano más efectivo que ha habido en una franquicia en la que, incluído el carismático Loki, han desfilado antagonistas zafios y muchas veces simples. Me ha gustado mucho, y su razón de ser le convierte en más peligroso y extremo que todos los anteriores.


Hasta aquí quiero dejar bien claro que la peli la he gozado, que no necesito que nadie venga a convencerme de sus virtudes. Porque mi naturaleza cabezona de rascar dentro de las tripas de las películas cuando me fascinan y entusiasman de tal manera me hace ver que no es perfecta. Vamos, ni mucho menos. Sí, ahora toca decir cosas feas de ella. Nada alarmante, que nadie me venga a insultar aún, pero sí reseñable. Ni siquiera me meteré en el asunto de que la peli metaforiza con los súpers para justificar la labor de policía mundial con la que actúa EEUU en el resto del mundo. 


Para empezar, las dos batallas importantes. La que enfrenta a todos los héroes no es tan cruenta como cabía esperar. Espectacular, bien planificada y dirigida, desde luego. Pero lo que se supone que es una guerra civil entre superhéroes termina siendo una pachanga entre colegas que están de bronca, y en la que solo acaba destrozado uno. Secundario, por cierto, y al que no se atreven a dar el definitivo remate. He echado en falta ese pulso drástico, ese puñetazo en la mesa. La muerte que se produce en 'Age of Ultron' me dejó indiferente; en ésta me hubiera arrastrado a decantarme de pleno por uno de los dos bandos que se proponen. Pero lo dicho, la peli no se atreve a colocar a uno de sus héroes en tal entredicho. Una pena. La pelea final acaba siendo una explosión de emociones entre los dos principales contrincantes que me convence más que la anterior, pero para la cual hay que aceptar que la guerra civil no es tal, porque se convierte la mencionada guerra en un asunto personal. 


Otro punto negro (y quiero recalcar que he dicho punto negro, y no agujero) es la involucración de ciertos personajes en tal movida. Ojo de Halcón aparece porque sí, por la misma causa que en un patio de colegio coges para el partido a un amigo del que te acabas de acordar para equilibrar los equipos. Es un personaje que me gustó su papel en la primera de Vengadores, mejoró en Avengers 2, pero que aquí me resulta prescindible. Estaba mejor de vacaciones. Y la incursión de Spiderman, en fin... Se han sacado un Spidey muy majo, optimista, jovial, y definitivamente creo que vamos a gozar de nuestro amigo y vecino más famoso de Queens como nunca antes en la gran pantalla. Pero su participación en esta guerra se explica a que... Pues a que había que meter a Spiderman de una manera u otra, no hay más. Se han sacado una excusa cualquiera para ello, y le han colado en la peli con calzador. Insisto, es un personaje que lo clava en sus 15 minutos en la función. Pero que lo han metido a las bravas, también.


Y tampoco me gusta el hincapié con el que hace gala de ciertas virtudes de las que carece DC en la actualidad cinematográfica. Noto la sorna con tal descaro que me saca de la peli, no es un juego en el que quiera participar. Esos momentitos de "mira, DC, así se hace" no son propios de la que se ha erigido como saga cinematográfica más apabullante desde 'Star Wars'. Y menos aún sabiendo que DC, al menos, se presta a la valentía de enfangar a sus personajes en los terrenos morales en los que Marvel solo se queda en la puerta. Es un insulto para quienes llevan toda su vida disfrutando de los súpers. Para eso ya está Deadpool. 


Pese a esas pequeñas taras con las que me hubiera gustado que se diera un paso más allá, vuelvo a insistir, porque habrá quien aún crea que la peli no me ha convencido, de que este es el nivel que le pido a Marvel, esta es la primera división de la que no debe salir. Acción bien narrada, con pausas que la dejen respirar, sin pedantería cómica, sino con humor bien medido y usado cuando debe, y con un entretenimiento proporcional a la cantidad de héroes que desfilan dentro de ella. Esta vez sí, Marvel, dedito pulgar arriba. Por cierto, Team Iron Man a tope. 

8,5 / 10


martes, 3 de mayo de 2016

'Seconds', de Bryan Lee O'Malley.

Bryan Lee O'Malley es un autor que ha sido capaz de leerme a mí, como supongo que le ocurrirá a muchos otros lectores de mi generación, en dos momentos distintos de mi vida con una precisión aritmética. El primero de esos momentos fue durante los primeros pasos de la juventud, esa época en la que te resistes a dejar de ser un adolescente pero que la edad te obliga a convertirte en un adulto. Esto lo hizo con la famosa serie de novelas gráficas de Scott Pilgrim, donde combinaba el humor geek con una serie de surrealistas desventuras sorprendentemente épicas. Scott, Ramona y la tropa que les acompañaba se ganaban un lugar especial en el hueco de mi corazoncito que tengo reservado para enamorarme de historias y personajes de ficción.

Unos años después, O'Malley vuelve a hacerlo. Este segundo momento lo llamaré "qué estoy haciendo con mi vida y a dónde quiero ir a parar", en el que el autor me ha agarrado, puesto boca abajo y zarandeado dejando que caigan de mí todas las cosas que llevo cargando y arrastrando desde aquel primer momento. Y lo hace mediante esta cosa tan bonica titulada 'Seconds', cuyo nombre alude al restaurante del cual hasta ahora era dueña su protagonista, Katie, pero que bien podría ser un juego de palabras que alude a las segundas oportunidades

De nuevo, mediante un dibujo simple pero detallista, muy caricaturizable, que no necesita ser realista para resultar real, y colando elementos fantásticos y delirantes a una historia a priori bastante normalita, el autor nos mete de lleno en ese restaurante que será el catalizador de una inesperada fábula cada vez más compleja, y que mediante el humor costumbrista y la sintonía que logra crear con unos personajes con los que rápidamente vamos a identificarnos logra arrancarnos otra vez varias sonrisas. Además, en esta ocasión ha ampliado el espacio dedicado a la ternura y a la comprensión hacia unos personajes que, como el público potencial al que va dedicado este cómic, llevan detrás de sí varios errores que querrían corregir y que la incertidumbre sobre si cada paso que dan es al frente o va a unirse a esa larga lista de inquietudes.

Es una novela gráfica que no se puede dejar de aconsejar. Es amena, optimista, alegre, contiene una historia totalmente natural dentro de sus adorables desvaríos, que te pilla desprevenido, y que conoce el inventario que hace de bulto a quienes quieren de una vez por todas tomar las riendas de su vida. Si eres de los que aún siguen enamorado de los efectos mariposa de 'Eternal Sunshine of the Spotless Mind' o 'Las vidas posibles de Mr. Nobody', esta es tu novela gráfica.