domingo, 18 de diciembre de 2016

Rogue One: Una historia de Star Wars. (Gareth Edwards, 2016)

Lo que más se agradece de este primer spin off de la saga, igual que se apreciaba en el Episodio VII, es el cariño y el conocimiento que demuestran quienes han trabajado en él por el mundo que están tratando. Luego ya aparte viene todo lo demás: conocer más de cerca la Alianza Rebelde, notar por primera vez en ocho películas que los personajes están en medio de una verdadera guerra (con la crueldad, la pérdida y los sacrificios que ella conlleva) o saber cómo se expande el Imperio cuando no está persiguiendo o luchando contra Jedis. 

Repite dos aciertos del Episodio VII: el humor, elemento básico para empatizar y humanizar, y dotar de un pasado del que guardar nostalgia a los personajes. Aunque no conozcamos ese pasado, notaremos esa carga sobre sus hombros. La épica es importante también, no por la espectacularidad de las batallas, sino por cómo las afrontan a un todo o nada, marcando una línea frente al enemigo que dice claramente "hasta aquí hemos llegado". Y si BB-8 se desmarcaba como el gran descubrimiento de esta nueva era (aparte de Rey, claro), ahora conocemos a K-2SO, sin filtro ni sutileza para anunciar en voz alta toda información que considera relevante en situaciones peliagudas. El conjunto de la nueva tropa tiene química y camaradería, aunque por ser un poco quisquilloso, echo en falta a alguna mujer más en el grupo aparte de la protagonista Jyn Erso. Aprecio, eso sí, que no se incluya trama romántica que desvíe la atención.


Los homenajes, detallitos y referencias a la saga son menos nostálgicos que en el Episodio VII, más sutiles y quizá más disfrutables. Todo girando en torno a un elemento que conocíamos de sobra y que ahora no es simplemente el arma del enemigo, sino que es indiscutiblemente el principal y letal villano: la Estrella de la Muerte. Aquí no puedo dejar de mencionar los cinco minutos en pantalla de Darth Vader, que le describen mejor que tres precuelas enteras dedicadas a sus orígenes. Su escena catártica hará estremecerse y babear al más escéptico y puritano de los fans, y de los no tan fans. Y el tercer acto es pura delicia, una de las batallas, sino la mejor, más importantes, desoladoras y enérgicas de la saga.


Una película que vale mucho la pena en el rumbo que ha tomado la franquicia, que satisface plenamente, adulta, convincente, apasionada y auténtica sin separarse un ápice del universo al que pertenece. 

8/10


jueves, 15 de diciembre de 2016

Animales nocturnos. (Tom Ford, 2016)

Con un pregenérico cargado de intención a través de ofrecer imágenes bellas a través de lo culturalmente aberrante, la película comienza a definirse como un enfrentamiento entre la realidad y la ficción que hay en el arte. Y según avance, iremos desentrañando tres historias: la de la propia película (el personaje de Amy Adams enfrentándose a la novela que le ha escrito su ex pareja), la historia ficticia dentro de la primera ficción (la de la novela), y el pasado del personaje de Amy Adams junto con el de Jake Gyllenhaal. Impoluto el ejercicio de guion, unas interpretaciones que ofrecen mucho más con sus silencios y con lo que callan que con lo que nos muestran en pantalla, y una dirección sacada desde las tripas. Formalmente meticulosa e inquietante.

Hasta ahí todo parece indicar que estamos ante una obra grande, pero no dejo de desviar la atención hacia la desbordante pretenciosidad que te acuchilla las vísceras desde el principio, aparte que la reflexión que he hecho con ella no es demasiado amable. A mí me ha supuesto un problema, porque toda la concienzuda ornamentación narrativa y técnica que caracteriza al conjunto se resquebraja por un problema que tiene que ver primero con que la historia principal queda por debajo de la metaficción, y segundo, por cómo se complementan. Nos encontramos con una historia en la que un hombre despechado quiere vengarse de su ex pareja, y no me ofrece un gancho emocional que tenga suficiente peso para querer llevarle la razón. Lo que cuenta el libro que ella lee es el interior del personaje de Jake Gyllenhaal, aparte de un arrebato de orgullo artístico propio, y por supuesto, termina siendo la perspectiva de ese personaje de la historia principal que permanece ausente No me ofrece garantías de que que ese personaje no termine siendo simplemente un llorica dolido, y sinceramente, creo que eso es lo que realmente es.


Porque ojo, la película está haciendo un ejercicio peligroso, y es el que a mí me deja definitivamente fuera de juego. En el pasado narrativo y que se nos ofrece a través de flashbacks, el personaje de Amy Adams abandona a su marido y se practica un aborto. En la metaficción, aparecen una panda de violadores y asesinos que destrozan la vida del personaje con el que se identifica el autor de la novela, o sea, el ex marido de Amy Adams en la historia principal. ¿A qué conclusión nos lleva esto? A que la película está comparando al personaje de Amy Adams con un grupo de violadores y asesinos, y que en ambas historias la víctima es el personaje de Jake Gyllenhaal. 


Por otra parte, el personaje de Amy Adams, aparte de la interpretación de Oscar, es una crítica mordaz hacia la clase burguesa encerrada en sí misma, constantemente insatisfecha, incapaz de aferrarse a lo que quiere por, excusad la redundancia, ser incapaz de renunciar a las comodidad de su clase social para ser feliz con la persona a la que ama. Incluso si analizamos la película desde una nueva perspectiva atendiendo a ciertos momentos y conversaciones que ella tiene, podríamos llegar a pensar que nunca hubo un ex, que el personaje de Jake Gyllenhaal solo está en su interior o en sus anhelos más profundos. 


Entonces, la película pasa a o bien transformase en la senda de la culpa que el personaje de Amy Adams siente hacia sí misma, o bien una revancha que nace del rencor del personaje de Jake Gyllenhaal. Simplificando, o ella es una hipócrita, o él es un falso mártir. ¿Que eso es malo para el relato que se nos plantea? No, en absoluto, y según cómo leas la película puede que esa sea la impostura a la que te arrastra. ¿Que funciona conmigo? No. Percibo demasiados sentimientos huecos y falsa vulnerabilidad. Y finalmente, me pongo a pensar en 'Stoker' y definitivamente percibo esta película como una falsa profeta. 

6,5/10


lunes, 12 de diciembre de 2016

Steins; Gate. Temporada Única.

¿Cómo un anime cuya premisa es que un grupo de amigos logra enviar mensajes de texto al pasado a través de su horno microondas, cuyo tono tira a lo jocoso y juvenil, plagado de bromas pueriles, y con un protagonista cuya personalidad casa perfectamente toda la amplitud de lo que pueda significar ser un gilipollas, termina convirtiéndose en un drama espacio-temporal, en un thriller con carácter de urgencia, en una ciencia ficción con trasfondo distópico, y convergiendo todo lo anterior, en una historia compleja y profunda que sostiene una de las líneas evolutivas de personajes más complicadas y completas que he podido disfrutar?

Con una animación muy sencillita, todo el peso recae en el propio argumento y en los personajes. La historia se presenta con apariencia de shonen pero a raíz del primer giro de trama importante se desmarca como un seinen. Porque la serie te permite estar relajado durante sus primeros 12 capítulos (¡12 capítulos!) en los que apenas hay crecimiento narrativo, al menos no más allá de presentarnos algún nuevo individuo que se una a la tropa que se está forjando y la consecución de alguno de los inocentes experimentos que van realizando. La cosa es bastante hija de puta, porque el carácter ingenuo de esta casi primera mitad de la serie es clave para la empatización con el grupo protagonista, puesto que a partir de un momento clave descubrirán que sus juegos se han vuelto más peligrosos de lo que creían. A partir de este punto, comienza una lucha de Okabe (el protagonista) contra el tiempo y las devastadoras consecuencias a las que les ha conducido los pasatiempos en los que solía centrarse la trama.

Como he dicho, Okabe es gilipollas. O al menos esa es la conclusión a la que llegamos tras conocerle durante los primeros capítulos. Los acontecimientos le llevan a tomar decisiones drásticas y temerarias, y con ello empezamos a conocer el interior de un personaje que va a sufrir mucho, lo que viniendo de una producción japonesa significa momentos de intensidad extrema, que felizmente no desborda. ¿Y por qué decía que la cosa es bastante hija de puta? Porque vamos a echar de menos al Okabe gilipollas. El ejercicio de empatización con él es prodigioso, casi agónico, termina convirtiéndose en un personaje atípico, excéntrico y carismático. Su relación con el resto de personajes, especialmente con su nueva compañera Kurisu y su amiga de la infancia Mayushi, crece hasta límites inimaginables en aquellas peripecias que nos parecerán tan lejanas en este nuevo marco que tomará la historia. Personajes secundarios, por cierto, que tendrán todos y cada uno su oportunidad de explicarse y desentrañar todo lo que sus inocentes apariencias esconden. 

Otra de las cosas que mejor le sientan es su capacidad para recurrir a situaciones embarazosas y bromas estrafalarias que se dedican los personajes dentro del creciente contexto dramático, lo que le dota de mucha humanidad. Como amante de la ciencia ficción, recalco que la sensibilidad es clave en un género que da demasiadas facilidades a la frialdad. El destacar y recordar las cualidades que nos convierten en seres terrenales y de naturaleza perecedera es una virtud dentro de historias con contextos vastos y exorbitantes. 'Steins gate' sabe tocar la membrana emocional sin acudir al terreno sensiblero. 

Muy recomendable por ser una rareza dentro del mundo audiovisual, por su argumento caótico pero sólido, por la ternura que desprende, y porque tiene razones de peso para estar considerada como una de las mejores series anime de todos los tiempos


jueves, 8 de diciembre de 2016

Vaiana (John Musker & Ron Clements, 2016)

Disney, la que en otros tiempos estereotipaba los roles de género colocando princesas necesitadas de varón para poder estar completas, es una de las productoras que actualmente está más al tanto de las exigencias de un público más abierto y en busca de la ponderación de grupos sociales que siempre han sido excluídos. Desde 'Tiana y el sapo' esa labor se quedaba a medias, y su intencionalidad se veía siempre agazapada en cuanto aparecía el aparentemente necesario dilema amoroso y romántico para dar sentido a la existencia de sus protagonistas. 'Vaiana' logra regatear el conflicto de una manera más natural y menos violenta de lo que pudo intentarlo 'Frozen' o 'Brave'.

Parece que no era tan difícil dar protagonismo a una chica y dotarle de una aventura potente en la que ella fuera capaz por sí misma de enfrentarse a los peligros que le aguardan. ¿Cómo? Como se ha hecho toda la vida con el rol masculino y que la industria cinematográfica parece que está empezando a comprender: primero, dotas a tu protagonista de un objetivo, y segundo, ese objetivo no lleva consigo necesidad romántica. Ya está. Lo que en 'Mulan' o 'La Sirenita' se quedaba en buenas intenciones, aquí se plasma con naturalidad. Aunque Vaiana necesite de la ayuda de Maui para completar su misión, es ella la que toma decisiones y arriesga.


Más allá de pedir perdón por 80 años de princesas incompletas sin un pene al lado, de la emancipación y reivindicación femenina, o de que sean la abuela quien anime a la protagonista a sumergirse en la aventura y la madre quien decida no inmiscuirse en sus intenciones mientras el padre se opone, la película se transforma en una magnífica odisea, divertida, con un apartado musical de los que permanecen en la memoria, y con una belleza visual que merece la pena contemplar en una pantalla grande. El esqueleto de la historia es sello Disney, no cabe duda, mucho más marcado que en las recientes producciones, hay secundarios memorables, y el recorrido de la heroína le impondrá importantes aprendizajes, los cuales tienen que ver sobre sí misma y sus capacidades en vez de sobre un modelo de conducta a seguir. Eso también dota de frescura a este nuevo clásico, el no elevarse en un púlpito para ofrecer al público moralina cómoda y dócil. Como ya he dicho, Disney, una productora a la que siempre se le ha atribuido esa perversión en cuanto a sus moralejas, es una de las compañías que más cercanas al nuevo público se está mostrando. 


Algo también positivo es que ningún personaje pasará desapercibido por pantalla. Aunque sus apariciones sean circunstanciales, esos minutos de protagonismo quedarán en la memoria. Especial mención al cangrejo gigante Tamatoa y su número musical, que son una delicia, o la escena de los piratas Kakamora. El sinvergüenza de Maui es uno de esos secundarios que pasarán a la historia de la animación, a la altura del Genio de 'Aladdin' o Mushu de 'Mulan'. La implicación del propio océano impulsando el descaro de la chica también es importante. Por cierto, la narración tampoco necesita de un vistoso y maquiavélico villano para ser épica y congeniar con la hazaña de Vaiana. 



No es una historia que vaya a sorprender a nadie, pero tiene sentido de la maravilla, la dirección artística es destacable, y un aroma "born to be wild" apreciable.

8/10


martes, 6 de diciembre de 2016

Terminator Génesis (Alan Taylor, 2015)

Dicho rápido y claro: se han cargado 'Terminator 2'. Partamos de la base de que las dos primeras películas de Terminator parten de una paradoja temporal (John Connor envía su padre al pasado para que proteja a su madre y la deje preñada de él), y que asumíamos con sumo gusto el salto de fe, básicamente porque eran muy buenas. Pues en esta ocasión se retuerce tanto el concepto del viaje temporal que el hilo acaba por romperse, nos están pidiendo que seamos igual de amables con sus incongruencias pero a cambio de ruido hueco y discurso vacío. Con muchas explosiones, eso sí.

Todo lo que se argumenta en esta quinta película de la saga está manido para poder seguir contando una historia que tuvo su final perfecto con su segunda parte. Ahora resulta que Kyle Reese se encuentra en un pasado en el que ya hay un Terminator que lleva cuidando a Sarah Connor desde que ella tenía 9 años (lo de humanizar a la máquina asesina ya se hizo cojonudamente bien en 1991), y que el T-1000 de la segunda parte ya está en 1984 persiguiéndoles. Venga, por ahora vamos a tener paciencia, a ver dónde nos lleva la cosa. Resulta que para renovar la serie y llegar al público de ahora, la ocurrencia es viajar a 2017, momento de éxtasis de las redes sociales e Internet, para dar un nuevo embrión a Skynet, el ordenador con conciencia propia que iniciará la guerra de las máquinas. La historia de las dos primeras partes de la franquicia no han ocurrido, o las hemos borrado con este nuevo presente. Da igual, se cagan en el material original, y parece que les da igual


Lo que en el fondo han querido hacer, que no es más que reinventar el producto esquivando la posibilidad del remake o reboot, lo han hecho de una manera sumamente torpe, liosa, para contarnos lo mismo que ya sabíamos en 1991. Trata fatal a los personajes, desmitifica por completo tanto a Sarah Connor como a su hijo, y es tan endeble que ni siquiera conserva cierto tono de apocalipsis evitable, esa constante alarma nuclear que caracterizaba a las de James Cameron. Ni siquiera Arnold Schwarzenegger sabe cargar con este peso, reclamar cierta nostalgia o autoparodiarse, si es que ese es el fin último de su personaje en esta ocasión. A todo esto, el personaje de J. K. Simmons, ¿a qué viene?


Es todo un refrito de mal gusto, han querido contar una historia nueva saltándose a la torera las normas que ya estaban establecidas. Y mira, tolerante con este tipo de productos soy, pero incluso yo tengo mi límite. Me quedo con que terminé de verla. 

3,5/10


lunes, 5 de diciembre de 2016

Animales fantásticos y dónde encontrarlos. (David Yates, 2016)

Lo que podría haber sido un alargamiento del chicle del mundo mágico de Harry Potter se ha convertido en una de las propuestas con mayores posibilidades y atractivos dentro del género fantástico y de aventuras. Recordemos, por ejemplo, que la fórmula de dividir la última parte de la saga en 2 fue iniciada por la propia franquicia en pos de hacer pasar por caja dos veces a los espectadores. Siendo justos, también de paso recalcar que ha sido la única vez en que el resultado fue próspero a niveles cinematográficos. Por lo tanto, 'Animales fantásticos' podría haber seguido una cómoda estrategia de inercia mercantil, pero afortunadamente se desmarca con unos creadores que han tenido suficiente respeto por su público y por el material del que parte, y con ingenio de sobra para optar por la vía de la exploración de las infinitas posibilidades que el universo que tienen entre manos ofrece.

El atractivo inmediato que ofrece este spin off es salir del encorsetamiento que suponía el elenco de Hogwarts para poder conocer la sociedad mágica fuera de sus muros. En compañía de protagonista Newt Scamander, un Eddie Redmayne que ofrece una interpretación divertida y simpática, nos sumergimos en el Nueva York mágico de los años 20, una nueva perspectiva a la que con los infantes de la saga original no podíamos acceder, y junto a una trama que mezcla asuntos políticos, sociales y medioambientales (el mensaje animalista de la película es recalcable), podemos disfrutar de un nuevo entramado de misterios, peripecias, criaturas y hechizos que no conocíamos, y que no supondrán problema de acceso a quienes quieran unirse ahora a la franquicia. Excelente idea incluir el punto de vista narrativo a través de la fascinada mirada del personaje de Jacob, un muggle (nomaj en EEUU) que además de aportar una maravillosa congenización del público con las personas no mágicas que se nos negó durante la saga de Potter, devuelve al público un ataque emocional que se iba perdiendo según ésta avanzaba: el deseo de ser magos. 


El derroche no es solamente visual y de presentación de nuevos elementos, incluyendo la nutrida reconstrucción de la época y su traslado a este universo, sino que la propia historia que presenta es sumamente atractiva y entretenida para tenernos atrapados, aparte de recuperar el tono más sereno, sencillo y amable de las primeras entregas de Harry Potter, y saber combinarlo con el más sombrío propio de las últimas. El humor y optimismo de los personajes y la química que surge entre ellos también se ha puesto a la par de las aspiraciones comerciales. No quiero decir que esta nueva franquicia esté dando la espalda a explotar la gallina de oro, sino que ha sabido compatibilizar las ansias de alargar la vida de un producto estrella con las posibilidades que ofrece. Además, es fruto de la propia narrativa de Rowling, que al igual que hizo con su saga, y sabiendo que ya tiene otras cuatro entregas por delante, sabe qué mostrar en este primer encuentro, qué ocultar y dejar para más adelante, y qué caramelito ofrecer para tenernos ya enganchados a sus secuelas, tal y como iba haciendo con cada aparición de Voldemort, su séquito y sus planes. 


Yo partía con escepticismo, esperando un resultado más bien parecido al que cosechó la trilogía de 'El hobbit' de Peter Jackson, pero resulta que ahora estoy deseando continuar el viaje. Se han hecho muy bien los deberes, se ha tenido mucha consideración con la enorme masa de fans, y se ha abierto la puerta a una nueva historia que huye de la reiteración para coger el relevo y tomar su propio camino. Muy bonica y muchas ganas de ver a dónde nos lleva. 

7,75/10


domingo, 4 de diciembre de 2016

AzulOscuroCasiNegro (Daniel Sánchez Arévalo, 2006)

Lo atractivo de la película es saber dotar de potencia y originalidad a historias de personajes relativamente cotidianos, en saber indagar en las complejidades interiores que cada uno pueda tener pese a sus proyecciones externas aparentemente costumbristas. Y lo hace con una gracia estilizada y un tono importante.

La historia rebusca en las insatisfacciones personales, en las heridas del pasado o en las esperanzas del futuro. Hay comedia inteligente, actuaciones muy interesantes y deja transmitir una gran variedad de sentimientos de forma sencilla y clara. También se apoya en cierto discurso social, dilucida cierta tristeza aderezada por situaciones de reír por no llorar, y lo más importante, va de cara, es valiente con lo que propone y tiene fe en su estilo, y en ningún momento se echa atrás. 

La película contiene un drama carcelario que puede dibujar el resto de dramas que contiene, puesto que cada uno de los personajes vive en su propia prisión. Aparte de los dos importantes personajes secundarios que están cumpliendo condena (genial como siempre Antonio de la Torre y una cándida Marta Etura), el protagonista (Quim Gutiérrez) está encerrado en un trabajo que no desea, y en unas obligaciones paternofiliales que no merece, aparte de no saber cerrar definitivamente la puerta a la relación con su vecina. Le acompaña en contrapunto el estupendo personaje interpretado por Raúl Arévalo (este actor es maravilloso y puede hacer todo lo que se proponga), que pese a llevar a cuestas el alivio cómico, su drama tiene que ver con los barrotes que le imponen su no aceptación sexual y el tener más cosas en común con su padre de las que cree o desea.


La modestia con la que se realiza el film también ayuda mucho a congeniar con él. Como buen realizador, Sánchez Arévalo no renuncia a la pretenciosidad, pero sabe edulcorarla con templanza. Tiene muy en cuenta todos los recursos narrativos, incluyendo el casi siempre olvidado en España apartado sonoro, que ayuda a la fluidez y ligereza de una historia que a priori es dura. Punto a favor el no juzgar a los personajes, y tratarlos con cercanía para comprenderlos y sacar a relucir sus bondades. Un conjunto muy recomendable y disfrutable.

8,5/10


jueves, 1 de diciembre de 2016

La llegada. (Denis Villeneuve, 2016)

Lo dejo bastante claro desde ya: la película es un diez. 'Arrival' llega para convertirse en referente junto con 'Interstellar'. Supone un salto de calidad dentro del panorama de la ciencia ficción siendo consciente de que la importancia de la historia no radica en la propia visita alienígena, sino en la aprehensión que le supondría al ser humano un hecho de tal dimensión tanto colectiva como individualmente. Y no solo se apoya en un excelente y reflexivo argumentario antropológico y pedagógico, sino que destaca, con todos los departamentos involucrados muy equilibrados y en consonancia unos con otros, a nivel fotográfico, narrativo, sonoro e interpretativo. 

A todo lo anterior hay que sumarle el atrevimiento por enfocar la historia a través de los ojos del personaje de Amy Adams, quien se luce con diligencia y sencillez, en vez de apostar por atender primero el acontecimiento que sirve como pretexto. En este apartado, Jeremy Renner y Forest Whitaker realizan un trabajo imprescindible como soportes. El guion atina al conducir una trama de trascendencia global mediante un relato personal, lo que nos acerca a un terreno íntimo y objetivo inexorablemente. Somos guiados a través de la mirada curiosa de nuestra protagonista, con incertidumbre, miedo, pero con esperanza y con los pies siempre en la tierra. En esta ocasión no nos guiamos a través de un militar o un intrépido científico de la NASA, sino que hay más agallas que bravuconadas recorriendo el camino del lado de una institutriz de la lingüística enfrentándose a su propia vida. La urgencia de la trama es la necesidad de comunicarnos con seres de otro mundo, y recalca perfectamente tanto los límites y la condición humana, como las diferencias en cuanto a la percepción de la realidad, del entorno y de los conceptos para una sociedad y otra. El principal choque al que asistimos es al de la prudencia y el deseo de empatización individual frente a la impulsividad colectiva y el rechazo a lo desconocido. Es una lucha del ser humano consigo mismo, la lucha entre su capacidad de construir y su capacidad de destruir. La película subraya esas diferencias para afrontar el hilo narrativo como una experiencia en la que tenemos que entendernos unos con otros. Pocas veces una película de ciencia ficción es capaz de conjugar tanto respeto por el método empírico de la ciencia con una sensibilidad y humanidad tan palpables.


La película es compleja, pero no difícil de entender ni pesada para seguir su ritmo reposado. No es una película accesible para todos los públicos, se le exige al espectador cierto grado de compromiso y paciencia, y hay que atender a los muchos matices que la dibujan. Sensacional a forma de utilizar el sonido, la banda sonora como herramienta descriptiva de los sentimientos de la protagonista durante el primer acercamiento es fundamental, o el ruido de los aviones y cazas surcando los cielos off screen al comienzo de la película avivando la súbita conmoción a la que está expuesta. Destacable el genial uso de la paleta de colores en la que mediante tonos grises, fríos e inquietantes irá dotando de calidez y candidez a las escenas. También hay que señalar la estupenda fotografía, la inmensa nave rodeada de las colinas surcadas por cortinas de nubes acentúa el contenido personal dentro de un marco geopolítico sin parangones, o el tono opresivo en algunas de sus escenas que nos lleva a pensar en la imposibilidad de llevar a buen puerto la relación entre civilizaciones. Y finalmente la disposición del montaje, cuándo y cómo se nos muestran ciertos flashes que le llegan a la memoria a la protagonista para ir trabajando sutilmente el impresionante giro final, que resulta ser una de las ideas más fascinantes que se han podido aportar al género en el contexto audiovisual. 


Denis Villeneuve, si no lo estaba ya, queda consagrado como uno de los realizadores contemporáneos con más proyección y capacidad. Amy Adams es carne de Oscar. La película no solo recoge el testigo de películas recientes como 'Interstellar' o 'Moon', o el molde de 'Encuentros en la tercera fase', también bebe de fuentes literarias que indagan en el choque de culturas, como la saga de Ender (nada que ver con su cobarde y desconectada versión cinematográfica). Es una película que invita al descubrimiento interno mirando fuera de nosotros. Necesaria, maravillosa, sutil e inteligente, no tardará en hacerse un hueco en la memoria cinematográfica.

10/10



miércoles, 30 de noviembre de 2016

Green Room. (Jeremy Saulnier, 2015)

La premisa de banda de punk encerrada en una habitación de un local de neonazis, en la cual se ha cometido un homicidio del cual han sido testigos, y que el dueño no quiera dejarles vivos para contarlo, es suficientemente potente para llamarme la atención. Y bueno, tiene gancho, hay cierta desvergüenza y pulso, en alguna ocasión sabe por dónde van los tiros para manejar la tensión,... Pero finalmente se queda descafeinada.

A bote pronto, me gusta que las potenciales víctimas de la agresiva pandilla fascista cometan torpezas y que estén cagados de miedo, y que ello se evidencie en conductas a veces absurdas, y a veces porque no les queda más remedio. Tampoco es que te den pie a querer que alguno de ellos se salve de tal marrón, más aún cuando pese a su ingenuidad por meterse en un sitio así siendo quienes son vayan provocando al personal. Estás deseando que en algún momento llegue un estallido de violencia gratuita que realmente te haga agitarte en el asiento. Pero es que ese momento nunca termina de llegar. Hay violencia, hay sangre y hay conteo de muertos, pero nunca sobrepasa el límite mínimo de crueldad necesaria. Y creo que esa es la clave. Me hubiera gustado más ensañamiento por parte de los malos para querer que recibieran su merecido, y que eso acabara con un éxtasis de reventar cráneos y de repartir cuchilladas viscerales. Pero joder, hay más redenciones y dedos de frente por parte de los villanos que por parte de los protagonistas, y eso no me ayuda a empatizar con la causa de las víctimas.


Los actores casi que ni cumplen su cometido. Anton Yelchin se pasa toda la película asustadizo y lloriqueando, mientras que el veterano Patrick Stewart parece aburrirse. Además, la película está estructurada como una película de terror gore, en la que los protagonistas van cayendo uno a uno a manos de la amenaza externa. Le hubiera venido mucho mejor utilizar la fórmula Peckinpah de 'Perros de paja', en la que la violencia está originada por el propio odio y naturaleza de los agresores. En un producto cinematográfico como éste no me vale con que los malos sean nazis o defensores de la supremacía blanca, me tienes que dar motivos tangibles de querer que sufran el más horrible de los finales, y la película no me aporta esa causa. Tampoco acabé de encontrar la claustrofobia dentro de las cuatro paredes en las que se desarrolla la parte más importante del metraje. A la película le sobran intenciones y le falta inquina. 


La película no deja de ser divertida, algo no muy complicado ofreciendo lo que ofrece. Pero se queda muy lejos de alcanzar su potencial y de colmar sus pretensiones. No impacta, no aporta nada que no hay visto antes en dosis mucho mejor administradas y planificadas, y me duele en el alma que una película que tiene los ingredientes que esta posee quede tan edulcorada.

5/10


lunes, 28 de noviembre de 2016

Harry Potter y la piedra filosofal. (Chris Columbus, 2001)

Tras confirmarse que el libro se había convertido en un rotundo éxito de ventas, y que daba para franquicia literaria, no se tardó en aprovechar el entusiasmo de toda una generación de jóvenes lectores para llevar la historia de Harry Potter al cine. El resto es historia: la Warner le hincó el diente, J. K. Rowling supervisaría todos los aspectos clave de la adaptación (hasta el punto de eliminar rápidamente la idea de que fuese dirigida por Spielberg), y la saga involucraría a gran parte de los grandes actores y actrices británicos consagrados, aparte de presentarnos a nuevas caras que hoy en día son estrellas mundiales.

La película hizo las delicias del fandom, y de paso atrajo a otros tantos millones de espectadores que aún no habían descubierto lo que eran Hogwarts, muggles, el Quidditch, el callejón Diagon o el andén 9 y 3/4. La producción y el derroche artístico son descomunales, la fe en el proyecto tiene una firmeza demoledora. La transformación de las páginas al celuloide es magnífica, sabe qué pasajes del libro debe dilatar, cuales adecuar y cuales otros eliminar directamente (aunque ojalá Peeves). Técnicamente, y nunca mejor dicho, es pura magia. Aunque a día de hoy algunos efectos visuales quedan algo desfasados, siguen teniendo un atractivo irresistible. Y no hay que olvidar el gran papel de la banda sonora de John Williams, todo un lujo que ayuda a conformar una fantasía fascinante.


La dirección a cargo de Chris Columbus es muy correcta y lineal. Ante tal megalítica obra, ni se complica ni trata de destacar. Sabe muy bien qué clase de producto está tratando y a quienes va dirigido, por lo que deja que sean los propios prodigios del mundo que tiene en sus manos los que cautiven al espectador. Por otra parte, y pese a su experiencia trabajando con niños, está tan encantado con su reparto de infantes que en muchas ocasiones se olvida de dirigirles correctamente, y le salen escenas más bien propias de una obra de teatro de instituto. Gestos y reacciones demasiado marcadas, frases reiterativas con cosas que ya vemos en pantalla, incluso si afinas el ojo podrás ver a algún chaval repitiendo de memoria con los labios el texto de alguno de sus compañeros.


Y sí, qué mojigato es y qué poca capacidad tiene Daniel Radcliffe. Y sin embargo, pese a sus déficits, asimilamos con naturalidad que él es Harry Potter. No hay otro. La mente colectiva rápidamente asumió sin peros su rostro como el del "niño que vivió". Ojito, que en el terreno de algunos actores consagrados también hay carencias de dirección. Robbie Coltrane es maravilloso como Hagrid, pero hay algún defecto de forma en algunos de sus diálogos que le dejan con el culo al aire y el hombre no sabe cómo resolverlos (ese momento en que el trío protagonista descubre cómo enfrentarse a Fluffy, y al pobre hombre no se le otorga por medio de directrices adecuadas una correcta reacción física que acompañe a sus preguntas de a dónde van tan rápido). Y el enfrentamiento final con (SPOILER venga, ¿en serio a estas alturas hay alguien que no sepa quién es el enemigo final?) Quirrell está planificado de tal forma que invita a la sobreactuación por parte de Ian Hart. Aunque como la película tiende levemente al maniqueísmo y el tono no deja de ser de aventura infantil, la actitud forzada de algunos personajes encajan con el conjunto (Fin del SPOILER). Por otra parte, las interpretaciones de Maggie Smith como McGonagall, Richard Harris como Dumbledore y Alan Rickman como Snape no solo aportan veteranía y tablas, sino que resultan maravillosas y otorgan un sólido respaldo a los novicios que soportan el peso de la película. 


'Harry Potter y la piedra filosofal' es el comienzo perfecto para la franquicia. Tiene espíritu de aventura y misterio juvenil, te sumerge completamente en el universo creado por J. K. Rowling, con el tiempo se sigue disfrutando como la primera vez, y su inocencia, sencillez y pureza comparadas con sus secuelas más turbias son una delicia. 

7,5/10


domingo, 27 de noviembre de 2016

Harry Potter y la piedra filosofal, de J. K. Rowling.

¿Reseñar a estas alturas el libro más leído por toda una generación? Pues sí. Estoy en pleno proceso de regresar a las mismas páginas que me llevaron al mundo mágico creado por Rowling hace 15 años y que, como la de muchos otros, marcó mi adolescencia. Junto a ello, me estoy revisionando las pelis conjuntamente para ver hasta qué grado mantienen la fidelidad, aunque ese análisis irá en los posts oportunos de las versiones cinematográficas.

Lo primero que me llamó la atención ya en el primer capítulo y que es una de esas cosas en las que no reparé cuando entré por primera vez en este universo es en la mención de Sirius Black. Esto ya me hace pensar que en la mente de la autora está implantada la idea de saga, de un mundo mucho más extenso y rico de personajes de los que en este primer capítulo de la saga puede manejar. Porque 'La piedra filosofal' no deja de ser un cuento juvenil, con una escritura muy rápida y limpia, sin apenas adornos, en el que prevalecen las acciones sobre las descripciones. Toda la magia, hechizos, misterios o seres mágicos que se van sucediendo quedan relegados a marcos anecdóticos. Excepto el Quidditch, que parece ser el descubrimiento mimado de la escritora y da todo tipo de detalles sobre el deporte estrella de los magos, los distintos encantamientos, criaturas (aparecen duendes, fantasmas, el poltergeist Peeves, centauros, el dragón Norberto,...) o lugares fascinantes se enclaustran en rincones episódicos y la narración no les da mayor importancia. Pero no por ello el conjunto deja de ser asombroso.

Rowling es muy consciente de que esta primera historia es el inicio de una posible saga, pero es cauta en tal ambición. Amortiza cada página con extrema diligencia, prepara el terreno durante medio libro y no nos sumerge en el escenario principal, Hogwarts, hasta casi llegada la mitad de la historia. Prioriza la ambientación y la historia del "niño que vivió" que descubre su verdadera naturaleza mágica a los 11 años a exhibir todo ese nuevo mundo en el que se adentra, y por el momento va dando por sentado que los jóvenes escritores tienen suficiente cultura de la ficción fantástica para hacerse una idea de los contextos en los que les sumerge. Como ya he dicho, la rapidez con la que debe fluir la trama es bastante urgente. Para muestra, la celeridad con la que Hermione pasa a ser la compañera de clase pedante y sin amigos a formar parte del inseparable trío protagonista, asunto que se resuelve en apenas tres páginas en las que se pasa de un comentario inoportuno de Ron que hiere los sentimientos de la chica y hace que se aísle, a que se una a él y Harry tras el enfrentamiento con el troll en los baños. Con esto quiero referirme a que si la cosa se hubiese quedado en este primer libro, tendría una integridad redonda y terminada.

La profundidad de los personajes también queda en un segundo plano, excepto en el caso del propio Harry, con el que rápidamente empatizamos gracias al recurso de niño que nunca ha recibido muestras de afecto y que sin embargo mantiene en privado sentido del humor y ganas de explorar. Las acciones de cada uno de ellos son la principal técnica de presentación, y cada personaje se hace inconfundible por algún elemento representativo y rápidamente identificable. Sin demasiada complicación sabemos de Ron que será un amigo fiel y el alivio cómico, que Hermione es la más inteligente del grupo, que Draco es el bullying encarnado, que es imposible no odiar a los Dursley siendo la mofa de la familia nuclear acomodada y conservadora, que Hagrid es un ser bienintencionado y noble pero tosco, o que el profesor Snape va a ser la diana a la que apuntar cuando algún misterio se vuelva turbio (y finalmente que no hay que dar nada por sentado). Cada aparición de Dumbledore está dotada de cierta embriaguez divina o etérea, y su sabiduría se dibuja como algo inalcanzable. De Voldemort apenas sabemos que en el pasado instauró un periodo negro, que mató a los padres de Harry, y que el mundo mágico teme incluso pronunciar su nombre. Suficiente información para tener configurado al villano, no necesita explayarse en su mitología. No se ahonda en los secundarios, pero se dejan breves estelas de su interior, como cuando se intuyen los deseos de grandeza de Ron cuando se ve reflejado en el espejo de Oesed (o Erised) o su resignación a pertenecer a una familia pobre cuando por ejemplo el libro nos presenta la humildad de sus regalos de navidad, a lo que sigue el paquete que recibe Harry con la capa de invisibilidad. Me gustan mucho esos detallitos que va dejando Rowling sobre quienes rodean al protagonista, sin necesidad de entrar directamente en su interior. 

En esta primera aventura nos vamos encontrando contínuamente con esos patrones que hacen intuir el rebosante conocimiento que tiene la autora sobre el universo que está presentando, pero que está reservando para más adelante si es que las ventas le dan esa oportunidad. Y vaya si se la dieron. Porque después de visitar y descubrir Hogwarts junto a Harry como si fuera un hogar, ¿quién no querría regresar de nuevo para seguir averiguando qué esconden sus innumerables muros?


jueves, 24 de noviembre de 2016

Que Dios nos perdone. (Rodrigo Sorogoyen, 2016)

De otra cosa no, pero de talento y escuela para realizar cine negro entretenido, de calidad y que además invite a la reflexión, en España nos estamos sobrando. Al rebosante saco de títulos como 'Celda 211', 'La isla mínima', 'Grupo 7' o 'Tarde para la ira', se le suma ahora 'Que dios nos perdone', una película con un clima inquietante, que indaga con pulso firme en la miseria y la culpabilidad a través de una investigación policial donde los protagonistas a los que nos obliga acompañar arrastran una serie de vicios e impudicias que harán que nos planteemos que los que tienen que obrar el bien y perseguir al mal no están libres de pecado.

Película muy incómoda en todos los sentidos. La exploración de lo lúgubre y la deshumanización, que penetra en situaciones tan desagradables como intentos de sexo forzado, misoginia y falocentrismo, crueldad palpable entre compañeros y traumas no resueltos, y que termina mostrando explícitamente el violento asesinato de una de las víctimas por parte del asesino, una escena traumática. A eso hay que sumarle el constante tartamudeo del personaje de Antonio de la Torre (quizá el actor español más solvente actualmente), que cuando coincide con la palpitante y tenebrosa banda sonora forman momentos de verdadera angustia, sin olvidar que cada aparición del personaje de Roberto Álamo (actor que ojalá tenga más oportunidades en la primera plana) supone elevar la alarma del espectador a cotas irrespirables.


La narración, contextualizada en un momento álgido de la crisis en el cual el Papa visitó Madrid (genial la recreación de jungla laberíntica y caótica como marco escénico de la película) en las jornadas mundiales de la juventud, se divide claramente en dos actos. El primero, pausado y lento, donde se prioriza las indagaciones de los detectives y sus relaciones con su entorno, en el que parece imposible avanzar en la búsqueda del asesino, recrea un mundo amenazador, repleto de personajes extremos y en constante conflicto, en el que cada situación les sitúa al borde del abismo. Esto da paso a un segundo acto donde se desvela un personaje agazapado, donde se da cara al otro extremo de la escoria humana, que conjuga la rabia de uno de los protagonistas con la incapacidad social del otro. La persecución toma forma, aunque esté nublada por una constante sensación desesperanza. 


La película, pues, confirma el órdago y lucidez del cine policiaco español, que ha sabido absorber como una esponja influencias extranjeras de David Fincher, Alan Parker o Denis Villeneuve. Una obra que percute y deja la amargura propia de la náusea, que radiografía los estrechos límites que separan la cólera de la psicopatía.

8,25/10